domingo, febrero 18, 2007

El vuelo feliz de Bastián.



"Bastián saltó al agua cristalina, se sumergió en ella, resopló, salpicó y dejó que una lluvia de gotas centelleantes le corriera por la boca. Bebió y bebió hasta calmar su sed. Y la alegría lo llenó de la cabeza a los pies, alegría de vivir y alegría de ser él mismo. Porque ahora sabía otra vez quién era y de dónde era. Había nacido de nuevo. Y lo mejor era que quería ser precisamente quien era. Si hubiera tenido que elegir una posibilidad entre todas, no hubiera elegido ninguna otra. Porque ahora sabía: en el mundo hay miles y miles de formas de alegría, pero en el fondo todas son una sola: la alegría de poder amar."
Michael Ende, La Historia Interminable.

1984.

El año perpetuado por George Orwell en el imaginario colectivo de nuestros días, distó mucho de ser, en la vida cotidiana, la distopía anunciada previamente con vehemencia.

En 1984 (tal como ahora), las calles y los ciudadanos del mundo subsistían mediando entre la civilización y la barbarie, apresurando sus pasos, doblando en las esquinas del planeta y con ello, virando el curso de su existencia.

1984 pudo haber sido un año como cualquier otro (y para millones de personas, seguramente lo fue), de no ser por una serie de imágenes, secuencias fílmicas y vivencias que dotaron de un primer sentido a mi existencia.

Producto de un híbrido majestuoso de literatura fantástica y cinematografía, el otoño de 1984 mostró a Bastián Baltasar Bux, protagonista de La Historia Interminable, surcando los cielos carmines a bordo de Fújur, el Dragón de la Suerte, sobre el barrio de Gastown.

Entre todas las historias habidas y por haber en este mundo, entre todos los relatos, crónicas, leyendas, novelas y demás textos narrativos, la idea de cruzar la esquina de Gastown emergió y se consolidó, a partir de entonces, (y por fijación personal), en el "ombligo de todas las historias", y en el epicentro de mi corpus literario.

De todas las esquinas que existen en el mundo, y que al doblar modifican el curso de los acontecimientos, la del Hotel Europe, en Gastown, se convirtió en un anhelo personal.

Hoy, el peregrinaje que de modos inesperados me ha conducido a parajes distantes, de pronto me situó en "La Esquina Cero".

A unos pasos, se levantaba, frente a mí, el Hotel Europe. El tiempo se detuvo: el pasado y el futuro confluyeron en un presente perfecto. No era 1984, ni tampoco era 2007: era el instante poseedor de todos los instantes, el momento único, el orgasmo espiritual.

De todas las postales que almaceno en mi memoria, ésta es, seguramente, la que ocupa un sitio primordial.

He aquí, la vida.

Al fin.

Y ahora me muestro al mundo, por un instante, con alegría.

domingo, febrero 04, 2007

La Tormenta Invernal.

"If I wait for stormy skies
You won't know the rain from the tears in my eyes
You'll never know that I still love you so
Though the heartaches remain
I'll do my crying in the rain"
a-ha, Crying in the rain.

Un par de días de vuelta en el terruño: niebla en las montañas, diversos matices grises en el cielo. El disco solar ha permanecido oculto tras las nubes y no se ha mostrado con claridad. (Quizás desde semanas atrás).

Experimentar la melancolía es inevitable.

Se apodera de cada objeto, de cada instante, de cada vivencia...

Una sombra lánguida se proyecta en los ricones: es la mía.

Ecos y recuerdos aturden estas calles.

Observo la lluvia, y por un instante, pienso y recuerdo (y casi con sagacidad), me atrevería a decir, que también siento... En las inmedicaiones de los parques cuando hubo tardes lluviosas, en los recorridos de autobús, acompañado, en los intersticios del día, cuando el tiempo era ágil y no languidecía, como cuando se está solo...

Sólo La mujer sin sonrisa, mi gato negro y mi gata gris, otorgan sentido a este fin de semana.

Todo lo demás, continúa cediendo al Tiempo y la Distancia...Desvaneciéndose en un tono claroscuro, como la lluvia cuando cae en el pavimento.