viernes, julio 14, 2006

El primer relato.

“When the last moon is cast
over the last star of morning
And the future has passed
without even a last desperate warning
Then look into the sky where through
the clouds a path is torn
Look and see her, how she sparkles,
it’s the last unicorn!”
America, The Last Unicorn.

¿Cómo sucedió?
¿Cuándo ideé mi primer relato?

Ahora que lo pienso, ni siquiera llegué a plasmarlo por escrito. Fue en 1986, un seis de enero. Una de esas mañanas mágicas en los 80’s que uno jamás desprende de su memoria. La mujer sin sonrisa debió esmerarse ahorrando para adquirirlo, o quizás sólo lo vio y pensó que me agradaría. Quién sabe, esos cuestionamientos se le regalan al azar —y conceden cierta emoción cuando no se analizan tanto—.

Era el castillo Playmobil (esa primera versión, con una torre del vigía y un pozo). Y por tanto, los primeros personajes de ese primer relato fueron los muñecos Playmobil, bastante bien conocidos por la gente de mi generación. Aún me sorprende un poco el pensar que tales juguetes de 7.5 cms de altura sean capaces de ejemplificar contextos humanos en tan diversas situaciones, conformando una gama cada vez más amplia de épocas, oficios, ocupaciones, estratos sociales, formas de vida, rasgos físicos, tonos de cabello, tez y complexión… Y luego creer que a lo largo de 32 años de circulación en el mercado, han pasado de ser juguetes a constituirse como piezas invaluables de colección, elementos de instalaciones, electrografías y fotomontajes, personajes de cómics, avatares en la red, atributos del diseño y la fotografía digital, e incluso actores manipulados de videos pornos…

Y todo esto, como una prueba magnífica de los alcances ilimitados en la imaginación.

Aún hoy en día, el castillo sigue en pie. —Mientras escribo estas líneas, puedo apreciarlo a un costado—, hace mucho dejó de ser un juguete y se convirtió en un testimonio de todas aquellas historias que la mente humana puede confabular. Y con ello, veinte años después, se ha vuelto un objeto de culto personal: pues allí se ubica el origen de todos los relatos.

En el fondo, y por muy pueril que parezca (o redundantemente pueril, más bien), envidio algo de los Playmobil: el hecho de que siempre muestren una sonrisa.

Es una lástima que al crecer se pierda ese sentido de la ingenuidad.

2 comentarios:

kaguama dijo...

gracias nene por tu comentario en mi post y mil gracias nene también por que aunque vos no seas un play mobil, creo que la sonrisa que aparece cada vez que te dejas (que cuando estamos juntos y con alcohol al lado no cuesta mucho pedirla) es rikisimo que la compartas. yeah!

Anónimo dijo...

tra traaac, muñecos biónicos, esos los del cajón de juguetes...

un relato, o era un sueño, una pesadilla, el infierno, la bendita niebla todo lo cura

y dicen que no

los muñecos biónicos son simpáticos

y ahora me los hiciste recordar, del play..., al primer relato y en medio los muñecos

:)