"And whatever is going down
Will you follow around,
That's how you fight loneliness
You laugh at every joke
drag your blanket blindy
fill your heart with smoke..."
Wilko, How to fight loneliness.
Despertar solo es tan patético como despertar con alguien cuyo nombre no recuerdas, a quien besabas y abrazabas la noche anterior mientras piensabas en alguien ausente. Dormir junto a un gato de felpa, que aún siendo inanimado, te brinde más calor que la mayoría de las personas con quienes compartes tu día, es aún más decadente.
Observar la pared lisa, sin manchas ni fisuras, tener la mente en blanco para luego lidiar con dos ideas constantes: la soledad y la vida. Mi vida y la soledad, mi soledad y la vida.
Y luego ingeniarse una ilusión, iniciando (para variar) la semana como en el agridulce desenlace de Billy Hollywood's screen kiss...
Despertar en la ciudad:
Pasar el fin de semana recorriendo calles y avenidas que como cualesquiera otros sitios sobre la Tierra, resultan deprimentes...
Y después detenerme a pensar... Si tan sólo fuese posible que las historias tomaran rumbos incógnitos, para terminar caminando otras calles, marcando otros pasos, dejando atrás los rastros de otras huellas.. Si las puertas no se cerraran de golpe antes de atravesarlas, si las estaciones del subterráneo no fueran tan desoladoras, Auditorio, Polanco, King's Cross, si tan sólo Dido nunca hubiera cantado Take my hand...
Pero en realidad, las historias primigenias que dieron lugar a otras, se perdieron y fueron olvidándose en el camino.
Es curioso que a medida que transcurren los años, uno se vuelva cómplice y protagonista de aquellas acciones que alguna vez, hace mucho, nos lastimaron.
Y mientras eso sucede, "la despedida continúa, lenta e inescrutable..."
El otoño se aproxima de modo atroz, ofreciendo la oportunidad de que este año el fuego se vuelva cian y el viento, malva.
2 comentarios:
Iván, cuando viajaba en los metros, el sentimiento de extrañeza, al principio era algo que me hacía sentir separada de la cotidianidad.
Luego quería viajar en metro, quería ir siempre al subterráneo, su desolación era una compañía a la que necesitaba...
Extraño los subterráneos...
Tu hermosa prosa me lo recuerda nítidamente.
Sucede que otros escriben lo que queremos expresar, y al leerlo, se nos comprime esa extrañeza que ha vuelto...
...después de esa egoísta interiorización, lo que has escrito es releído, captando sus claroscuros, la soledad tuya y sus ecos.
Salutes.
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