jueves, marzo 13, 2008

La cúpula y la cripta (VI).

Revelaciones ante el fuego cian

Nací en un día de primavera, el mismo día en que se celebra (en determinadas regiones del mundo y desde hace varias centurias), al símbolo de la Cristiandad.

Este hecho tendría poca (o nula) relevancia, de no ser por el significado auténtico de tal símbolo: una conjunción eterna y armónica entre lo sideral y lo terreno, lo finito y lo infinito, lo real y lo aparente, lo sagrado y lo profano...

En lo general, puedo asegurar que mi vida se rige por tal principio, como por el hecho de estar en el mundo, y a menudo, no formar parte de él.

Precisamente, La Cúpula y la Cripta es una transfiguración de dicha idea. La Cúpula es una alegoría de las emociones eufóricas, de los orgasmos, de la algarabía efímera que proporcionan los momentos compartidos, los fuegos de pirotecnia, los plenilunios y el estío.

La Cripta, por su parte, es el complemento "oscuro". En un sitio del ser en donde habitan las emociones mórbidas, la angustia, la melancolía, la soledad que pesa, el letargo del Tiempo terrenal.

Tampoco es casualidad que ambos términos se refieran a construcciones arquitectónicas producidas por el Ser Humano (pero por ahora no deseo ahondar en tal aspecto).

Por el contrario, me place compartir a continuación los momentos privilegiados que conforman la Cúpula.

Pocos se ubican en el pasado, sólo uno en el presente y el resto corresponden a los anhelos del futuro. Ninguno representa un hecho fuera de nuestra realidad, (si confiamos en que "todo futuro es posible").

1. Despertar con mi gato a un costado y escuchar su ronroneo.

2. Escribir un relato sobre La Mujer Sin Sonrisa y obsequiárselo.

3. Pasar la noche charlando hasta el amanecer, tomando ajenjo con los Amigos de Vida.

4. Asistir a un concierto de Morrissey bien abrazado de alguien que realmente importe y que me guste bastante.

5. Hacer el amor y tener un orgasmo mientras practico respiración compartida.

6. Quedarme dormido, bien abrazado, mientras veo una buena película de fantasía (no necesariamente The Lord of the Rings o The Last Unicorn) con alguien que de verdad entienda la trama sin necesidad de explicaciones.

7. Asistir a una celebración que incluya fuegos de pirotecnia, donde una multitud beba mucha cerveza y se comporte de modo fraternal, sin gritos, ni cohetes ni ruidos impertinentes.

8. Organizar una gran fiesta (encarnado en "el señor Dalloway") e interpretar Gypsy Lament de Inkubus Sukkubus, dedicándosela a alguien que esté presente.

9. Presenciar una Aurora Boreal en compañía de alguien que tenga un gran espíritu.

10. Llamar a Biógrafa Chú poco antes de morir, y recordar con ella esa impresionante luna llena con aros luminosos alrededor que observamos juntos la noche de su boda, cuando teníamos 27 años.

miércoles, marzo 05, 2008

La cúpula y la cripta (V).

Algarabía Distante

En días como éste, cuando una súbita tormenta eléctrica me sorprende a mitad de camino en una plazoleta, y luego abre paso al último viento del invierno —aquel que no azota ni sobrecoge—, me detengo a reflexionar sobre los instantes furtivos de esta existencia. Y como la lluvia, miles de ideas abruman mis pensamientos.

En principio, pienso en los personajes fugaces de los relatos. Es decir, en quienes aparecen una o dos veces dentro de un cuento, una novela, una leyenda, una secuencia fílmica... Incluso en nuestra vida cotidiana.

Pienso y observo a mi alrededor: al sujeto que hace apenas unos minutos me pidió la hora, a la anciana que corre despavorida para refugiarse de la lluvia, a la pareja de estudiantes que con miradas atónitas se percatan que no me inmuto ante el temporal y que no pienso guarecerme bajo techo alguno...

Por el contrario, la lluvia se intensifica y me estremece un poco.

En momentos como éste no importan los problemas que agobien al mundo, por ínfimos o extremos que resulten. Hasta los hechos noticiosos (que se distinguen por presentar cifras de muertos, más que de vivos, y narrar tácticas guerra, más que propuestas de conciliación), parecieran carecer de completa relevancia.

Allí están, por ejemplo, los titulares internacionales sobre el revuelo europeo por el reconocimiento (o desconocimiento) de la Independencia de Kosovo, las diversas posturas sobre de los incidentes fronterizos entre Colombia y Ecuador, y el ya común balbuceo soporífero e impertinente de Hugo Chávez en Venezuela…

Por un instante (sólo un instante), pareciese que nada de eso importa.

Aquí, en un punto cualquiera del Hemisferio Norte... Un ser humano cualquiera, impávido ante la tormenta, se convierte en cualquier personaje incidental de un relato ajeno.

El mundo se ha vuelto un sitio tan caótico y distante, que abruma ponerse a pensar en él y cargar a cuestas con su mediocre realidad.

En días como éste, reflexiono al respecto.
Y en momentos como éste, no puedo evitar el hecho de pensar en Dios.


[No en el Dios lastimero y penitente de los judeocristianos, sino en la idea única de Dios que cada cual se reserva para sus adentros]. En mi caso, describiéndolo un poco, pienso en el Dios que me transmite un poco de su Libertad cuando atravieso el campo y el bosque, mientras un viento frío y veloz silba y azota las montañas.

Es también así, como tomo conciencia de la fugacidad emotiva de cada instante.

Por tanto, (por ahora), la vida se limita a ser una sucesión de emociones fugaces vividas por personajes incidentales.

Cuando uno intenta descartar todo aquello que es ocioso, perjudicial y nocivo de su realidad en el año 2008, corre el riesgo de prescindir hasta de sí mismo. Lo que aspira, entonces, es encontrar el valor legítimo de las emociones, tomando conciencia de la fugacidad efímera que las caracteriza.

No debe existir en el mundo mejor lugar para guarecerse que la intemperie de una tormenta eléctrica. Y no debe existir tampoco, mejor momento para morir y dejar de escribir que aquel en que se comparte el mundo propio.

He ahí el sentido de la vida, sobre todo, la de los personajes fugaces que ante la falta de una narración propia encontraron su mundo en la Libertad de la Interpretación.

Y ante la Libertad Suprema, sólo existe una palabra:

Algarabía.