viernes, noviembre 26, 2004

Kate Bush.

"If I only could, I'd make a deal with god..."
Kate Bush, Voz perfecta No. 2

lunes, noviembre 22, 2004

Siouxsie Sioux.

"Solitude sails in a wave of forgiveness
on angel's wings..."

Siouxsie Sioux.
La Primera Voz Perfecta.

domingo, noviembre 21, 2004

Mi teoría sobre el revisionismo.

He estado pensando mucho en eso de que cada tiempo tiene una fijación particular por lo que sucedió hace 20 años. Por lo menos, todo ese 'revival' setentero que surgió en los noventas a nivel música y moda, es un ejemplo claro de esto.
Pero hasta ahora le tomo aprecio.
De repente llega el 2004 y una sensación ochentera invade el ambiente. Para quienes no los superamos del todo (en cuanto a música) es buena noticia. He aquí algunos ejemplos:
1. Prince cantando "Purple Rain" en los Grammys de febrero.
2. "Holding out for a hero", la rola de Bonnie Tyler que pocos recordaban, volvió de la nada gracias a Shrek 2.
3. Placebo y su disco de covers, con versiones muy coo de "Bigmouth strikes again" y la orgásmica "Running up that hill", tema de culto entre mis conocidos.
4. Gwen Stefani y su nuevo disco me recuerdan mucho a Funkytown y esos beats de los tempranos 80's.
5. The Darkness, quienes parecen salidos de una 'hairband' metalera.
Y otros tantos elementos que se irán sumando en años venideros.

jueves, noviembre 18, 2004

Qué noche la de anoche...

Ayer salí con Biógrafa Chú. Con ella las citas iempre resulta impredecibles, y dicho sea de paso, son perfectas. Es como alimentarse retroalimentándonos.

Fuimos al Zona Centro, punto obligado en nuestros días, y la cebada fermentada circuló en nuestras venas en abundancia: pasamos de charlar sobre el conflicto árabe- israelí a una posible invasión extraterrestre.

Justo cuando pensaba que "La mesa que más aplauda" era la pendejada sonora más decadente del posmodernismo, aparece Dragostea din tei. Aunque, debo aceptar, tiene su mérito por poner a Moldavia sobre el mapa.

miércoles, noviembre 17, 2004

Sonrisa añeja y cafeína.

Tráfico en las calles, ruidos y agonía. Dos autos colisionan en la esquina y un voceador de periódicos no deja de pregonar. Si ella estuviera en sus cabales, no lo toleraría. Por suerte no es así. Simplemente ignora todo cuanto sucede y se incorpora al tumulto de seres que caminan sobre las aceras siguiendo las formas grises: del asfalto, de los muros, del cielo nublado.

Cruza la avenida y entra en un café: el escondrijo perfecto para las almas olvidadas. Antes de sentarse, se acicala el cabello y lo acomoda hacia atrás como ha venido haciendo diariamente desde hace más de cincuenta años, (aunque esto le importa bien poco).

Observa a su alrededor: el lugar es muy lujoso. Los tapices rojinegros y las cortinas bien cuidadas lo sugieren. Los comensales murmuran, sin embargo no le importa. Un joven se acerca y le da la bienvenida, al tiempo que le extiende la carta de bebidas. Ella se limita a pedir un café.

Se percata que sólo tiene un billete en el bolsillo, y entonces pondera que todo lo demás, lo ha gastado bien.

Se dirige al baño y allí, frente al enorme espejo con atributos art decò, cuenta sus arrugas: ha perdido demasiado tiempo.

Se moja las canas, intentando no manchar el vestido turquesa que ostenta, pues es el mejor que tiene. (De hecho, sólo tiene dos).

De nuevo, mete la mano en el bolsillo, y saca de él un lápiz labial muy corriente (el mismo que compró hace pocos minutos a la salida de la estación). Se pinta los labios, del tono carmín más encendido que alguien se pueda imaginar, como queriendo recuperar los ayeres que ya no están.

Regresa y se incorpora de nuevo a su mesa, el café ya está servido. Da un sorbo y recuerda que aún es exquisito, como lo fue en su juventud, cuando se hacía acompañar de alguien más cuyo nombre ha sepultado.

Levanta la vista como observando los candiles, y saca un pequeño envoltorio de su bolsa. Cuidadosamente lo abre y entonces esnifa el contenido: cocaína que consiguió a la vuelta del lugar. Casi de inmediato, las miradas se vuelven hacia ella, pero una vez más, esto no importa: está consigo misma, como no lo estuvo en años.

Inhala todo el polvo con premura y da un último sorbo al café. Deja el billete sobre la mesa con la insólita sensación de haber vivido. Y por primera vez en varios años, tras cruzar la portezuela de cristal... Sonríe.

lunes, noviembre 15, 2004

Autorretrato de otoño.

"Last night I dreamt that somebody loved me,
No hope, no harm, just another false alarm…"

The Smiths, Last night I dreamt that somebody loved me.

No recuerdo cuándo fue la primera vez que lo ví, aunque es probable que aún no suceda. Sólo sé que él está allí, en algún lugar, tras los arbustos que el viento regocija por las noches. Atraviesa las calles con premura, logrando pasar inadvertido entre los extraños, pero algo es seguro: si uno de ellos lo buscara, nunca lo encontraría.

Desde siempre, he tenido la sensación de que es un ente triste, que a su paso, va esparciendo la melancolía por este mundo: quizás ése es su destino. Se acerca a mí cuando salgo a caminar, y entonces, su hedor de lastimera soledad se confunde con el de la tierra húmeda.

Desconozco su edad, aunque las crónicas ajenas lo ubican en cualquier tiempo. Cuando fui pequeño, los otros chicos solían citarlo, y crearon el mito de un ser macabro que durante siglos vagó errante por los aires. Algo debe haber de cierto en ello, pues pocas veces lo he visto en el día, a menos que el viento del Norte arrecie y con él pueda transportar su espíritu.

Sea cual fuere su origen, no es el de la naturaleza humana: pues domina al firmamento; tras la puesta del Sol, cruza fugazmente la ciudad y corre hacia el horizonte, perdiéndose entre las montañas.

Siempre está solo, de lo contrario, no existiría.

Hace mucho que ha olvidado sonreír, con suerte nunca lo hizo. Mas sin embargo, el silencio lo perturba, le resulta incómodo. Viene hacia mí cuando escucho melodías lúgubres, y entonces susurra que tal música lo consuela.

Ignoro si algún hechizo en particular es capaz de sojuzgarlo, eso se le regala a cada cual, aunque intuyo que ninguno resultaría efectivo del todo: su vida es la libertad de un orgasmo eterno. Lo sé cuando eyacula cantidades supremas de semen infinito sobre mis ojos, y cuando despierto, son sólo lágrimas.

Tiene una afición particular: alimentarse con los sueños, los deseos y los recuerdos de los mortales, esto lo vigoriza.

Una vez intenté seguirle: recorrí callejones, parques, plazuelas y cementerios, hasta que finalmente me perdí en la niebla perenne del bosque. De esta forma entendí que las imágenes imposibles y los pasos jamás pisados le pertenecen.

Como ya he mencionado, su andar es presuroso. Pocas veces se detiene, a menos que un gato lo observe y se acerque a saludarlo: es entonces cuando recuerda que aún, en cierto modo, mantiene un lazo estrecho con el mundo de los mortales.

Tras su espalda, agoniza el delirio de las tiempos: ha convivido con tantos dioses, semidioses y villanos que prefiere morir solo, en unos cientos de años más.

Esta noche dormiré, como suelo hacer cada noche mágica que el tiempo nos ha concedido (aunque las de noviembre son las mejores). Una vez más, conjugaré al vacío de la memoria con la penumbra... Y sólo así podré vislumbrar su rostro, esta noche, tal vez…

sábado, noviembre 13, 2004

Gheesh.

Gheesh ha escrito con buenas noticias. Eso no resulta extraño, sino al contrario: suele alegrar mis días por acá. Ha dicho que enviará algo muy pronto, sin especificar de qué se trata.

Me mantengo en suspenso, algún objeto cruza el Atlántico e ignoro en qué consiste.

Sea lo que fuere, sin duda el hecho de esperar es una razón válida para desear que ni el asteroide Toutakis ni la negra conciencia de Bush alboroten al mundo en estos días.

Lo cierto es que sobre todo, Gheesh es una razón válida (quizás la única), para continuar respirando.

miércoles, noviembre 10, 2004

Postsurrealismo de Michael Whelan.


Non plus-ultra de mis artistas dilectos: Michael Whelan.

martes, noviembre 09, 2004

Primer post en el Breviario.

Luego de dos peticiones anónimas, seis kaguamas trasnochadas, una huella de gato en el teclado y la música de los Smiths en mi cabeza, me di tiempo para crear este blog.

Basta de los apuntes en "servilletitas".

Sea pues éste, un preámbulo.

“Existe un comienzo para cada episodio en la vida, como también existe un final, pero nadie es capaz de identificarlos cuando llegan, quizás porque la vida nos envuelve, perdiendo constantemente, a veces ganando, pero nunca sabiéndolo.
Amamos sin razones y sin razones también, caemos en la indiferencia.
Partimos de algún lugar y arribamos a otro
sólo para descubrir que la despedida continúa, lenta e inescrutable.
Con esa misma falta de sentido, confundimos a la nostalgia del sentir
con el sentir mismo, y por mucho tiempo anhelamos estar cubiertos por la Tierra.
No creo que el conocimiento acerca de los sentimientos de una persona alimente el dolor o amplifiquen el placer… Todo lo contrario, alejan la esperanza del sufrimiento y nos insertan la duda por ser felices.
Eso sí, nos aportan algo grandioso: la oportunidad de renacer a partir de nuestras cenizas.”
Maruja Torres, Un calor tan cercano.