Ayer salí con Biógrafa Chú. Con ella las citas iempre resulta impredecibles, y dicho sea de paso, son perfectas. Es como alimentarse retroalimentándonos.
Fuimos al Zona Centro, punto obligado en nuestros días, y la cebada fermentada circuló en nuestras venas en abundancia: pasamos de charlar sobre el conflicto árabe- israelí a una posible invasión extraterrestre.
Justo cuando pensaba que "La mesa que más aplauda" era la pendejada sonora más decadente del posmodernismo, aparece Dragostea din tei. Aunque, debo aceptar, tiene su mérito por poner a Moldavia sobre el mapa.
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