Primer viernes de marzo, 2005. Luna menguante.
El reflejo de los faroles sobre los charcos en las calle, el olor a humedad, la suave brisa y la melancolía siguiéndome los pasos: allí, donde las lágrimas se vuelven cenizas, donde los Dioses fueron sepultados y su corona de espinas cremada en una hoguera...
Donde las sombras arrastran sus lamentos y los ángeles eternos vagan sobre el agua...
Y los gatos se regocijan, traspolándose a sitios idílicos que escapan del entendimiento humano...
Es justo allí, donde enciendo un cigarrillo, y de pronto veo mi espíritu confundirse entre las sombras con un halo de misterio: porta un discreto destello de luz entre las manos, que habrá de encenderse pronto.
El viento avivará la llama.
Lo he previsto en sueños.
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