viernes, diciembre 29, 2006

Por último: una ventana.



"Good times for a change
See, the luck I've had
Can make a good man
Turn bad

So please, please, please
Let me, let me, let me
Let me get what I want...
This time.

Haven't had a dream in a long time
See, the life I've had
Can make a good man bad

So, for once in my life
Let me get what I want
Lord knows, it would be the first time."
The Smiths, Please, please, please, let me get what I want.

Sobresalto.
Desperté de inmediato, con la absoluta seguridad de que había sucedido (aún dudo, ¿en realidad no sucedió?). Un certero impacto de bala en el pecho viniendo desde atrás, entrando por la espalda y saliendo por el torso, mientras caminaba por una fría y desolada calle en Invierno.

Debe ser la inmediatez de momentosinesperados como ése lo que confunde a los espíritus cuando tienen que desalojar el cuerpo de inmediato. Seguido al impacto, durante fracciones de segundo y justo antes de desfallecer, me percaté cómo un torrente sanguíneo brotaba de modo surrealista de mi pecho, irrigando todo alrededor, tiñendo el pavimento gris de color rojo intenso.

Entonces caí, y frente a mí... Ahí estaba.

Tras haber recorrido miles de calles y situarnos en diversas latitudes, volvimos a encontrarnos... Por única —y última— ocasión. Llevaba la barba un poco crecida y no había cambiado mucho, aunque legiones de demonios (y otros tantos arcángeles) hubieron desfilado con nosotros por el mundo durante el tiempo que estuvimos separados.

Apenas y logró reconocerme.

Después del sueño (acaecido la semana pasada), y durante todos estos días, no he dejado de pensar. La vida ofrece a su debido tiempo lo que tiene que ofrecer... Y nada más.

No deberías preocuparte por aquello que ha de terminar (o no), pues incluso las vidas que finalizan de golpe, tienen su propio sentido.

Ahora, observa la imagen: regresé al sitio compartido después de siete años. (Parece demasiado). Tomé una fotografía, una muestra de que ya no queda nada detrás de la ventana. Gradualmente, el tiempo ha hecho su labor, dispersando los restos de aquellos relatos orgásmicos que vivimos diariamente tras la persiana azul. Ya no hay gatos negros, ni grises... Ni sombras.

Me postré sobre el descuidado jardín externo, y durante varios minutos, fijé la atención en la ventana. Hice una recapitulación momentánea de estos siete años, desde las postrimerías del siglo XX, cuando huía al puerto y abría las ventanas de los hoteles de paso, de par en par. Me hastiaba de cerveza con Dañado PostGrunger, y no pensaba demasiado. Luego llegó el "Periodo Aussie" y percibí al mundo con todos sus claroscuros... Las ventanas eran amplísimas en aquel entonces.

Justo después, frecuenté el sitio mencionado. No tengo nada más que expresar al respecto. (Mejor dicho, no tengo ganas: has muerto y los muertos no leen mi blog).

De pronto pasó mucho tiempo, años en que Biógrafa Chú nutría mis relatos con prosa y vino, dedicándome su canción perfecta para el amigo eterno, "Hay corazones con alas de espinas/ Te dan deseos, caricias/ No me imagino el placer de una herida sin tí..."

Luego vino el silencio y decenas de ventanas más, —hasta una con postigos en la Colonia Roma—, (pero ése relato ya no te pertenece).

La existencia está llena de ventanas: estrechas, amplias, rústicas, panorámicas, neoclásicas, deconstructivistas, con cristales traslúcidos, de doble hoja, ventanas a medio abrir...

Pienso en todos mis autores quienes han escrito relatos al amparo de una ventana. En Oscar Wilde, por ejemplo, asomándose por las ventilas de la prisión de Reading, redactando La Balada. O en Patricia Highsmith, recluida durante el ocaso de su vida en Locarno, entreabriendo una discreta ventana para abrir camino a su gata; o en Ray Bradbury terminando un relato fatalista desde un solario en algún lugar de California; o en Morrissey, dotando de sarcasmo a una canción frente a un gran ventanal. Pienso también en Elfriede jelinek, cerrando una ventana, apartada de la barbarie, evadiendo la mierda de la sociedad... ¿Lo habrá hecho alguna vez? Quién sabe, quizás pronto.

Tal vez cierre una ventana cuando ya no respiremos.

De cualquier modo, es lo que hago diariamente, en dondequiera que esté, después de despertar: abro una ventana.

Y será lo primero que haga cuando comience el 2007.

*Sólo una acotación:
En el fondo, a 2006 le agradezco todo, por darme un vuelco (y revolcarme).
De todos los momentos que tendré presentes al instante de despedir el año, sobresaldrá uno con primacía: la noche del 16 de noviembre, cuando abracé a alguien, sujetando firme por la espalda, teniendo a Morrissey en frente, coreando, con más de diez mil personas, "Please, Please, Please, Let me get what I want...", desde el Palacio de los Deportes.
(Y jamás conocí su identidad).

Quien no estuvo ahí, jamás entendería.
Duró menos de tres minutos..Y fue todo, sin serlo.

1 comentario:

Rain (Virginia M.T.) dijo...

Qué transfigurado

y qué cielos, tras la ventanas, horizontes, música en el aire.