Hedwig and the Angry Inch, Freaks.
Un hombre heterosexual (sobre todo en México) debiera ser macho, masculino, adusto, de apariencia varonil, ademanes discretos, movimientos firmes y un tanto brusco. Una mujer debiera ser todo lo contrario, o cuando menos, moderada. Pero, ¿quién impuso estas percepciones? ¿En qué se basa nuestra noción de masculinidad, feminidad y sus atributos? Un gay siempre es amanerado, habla como gay, se mueve como gay, camina como gay, mueve las manos como gay, es más, hay que gritarle ¡putooo!. ¿ Y si no lo es? Si tiene apariencia masculina y un estilo de vida “masculino/heterosexual”, ¿en qué categoría cabe? ¿Una lesbiana que tiene sexo con un hombre sigue siendo lesbiana? ¿Un hombre heterosexual que masturba a otro ya es gay?
Pero es que, ¿en nuestros días es válido aplicar estos conceptos tan caducos?
La Teoría Queer agrupa una serie de estudios, disertaciones, aproximaciones, tesis y en general, percepciones que de modo congruente con la diversidad, interdisciplinaridad, multiculturalidad y transversalidad de los Tiempos interpreta y pondera sobre estos y muchos otros cuestionamientos. (Que quede claro, aquí sólo se enunciaron ejemplos aislados, pues la Teoría Queer abarca un corpus inmenso, tan inconmensurable como las Identidades de los Individuos).
Y precisamente más que identificar, desidentifica. Libera de filtros y conceptos sugiriendo otras nociones, como las de ‘multitudes’ en vez de ‘minorías’ y ‘performatividad sexual’ en vez de ‘preferencia’. Considera que todas las identidades son anómalas y por tanto, no existe gente ‘normal’ ni ‘rarita’. Todos somos queers.
Hoy por hoy, se le estudia en ámbitos de la sociología, filosofía, antropología, psicología, política, biología y la bioética, porque sus implicaciones van más allá de aspectos sexuales. Lo queer integra una serie de redes que involucran esferas étnicas, raciales, socioeconómicas, culturales, artísticas, científicas, políticas… Etcétera.
¿Cómo surgió la Teoría Queer?
Cuando a mediados de 1990, la teórica Teresa de Laurentis opinara con cierto tono de ironía en una conferencia de la Universidad de Santa Fe en California que los estudios de género de las minorías lésbicas, gays, bisexuales y transexuales (o LGBT) estaban tomando un nuevo rumbo y que en un futuro próximo sería más fácil hablar de una ‘Teoría Queer’ (TQ), jamás imaginó que su aseveración trascendiera a tal punto de nombrar una serie de investigaciones disidentes de los propios estudios LGBT, más orientados a reivindicar los Derechos Civiles y Políticos (y por tanto, más activistas que teorizantes) de las mal llamadas minorías, cuyo propósito es el de lograr un reconocimiento de equidad social. (Es decir, considerar a todos los individuos en un plano legal, jurídico e identitario de igualdad, siendo que todos somos distintos).
A partir de entonces, la TQ comenzó a acaparar la atención de varios investigadores, encontrándose sus antecedentes primigenios en el post-estructuralismo francés de Gilles Deleuze y sobre todo de Michel Foucault (con su Historia de la Sexualidad), el deconstructivismo de Jacques Derrida y varios estudios de Didier Eribon, como sus Reflexiones sobre la cuestión gay.
Asimismo, pueden hallarse antecedentes en el discurso postfeminista de los años ochenta y noventa, como el de la propia Teresa de Laurentis en Technologies of Gender, el de Judith Butler en La vida psíquica del poder y Gender Trouble y el de
Monique Wittig en El cuerpo lesbiano, ésta última considerada una precursora de la Teoría y citada frecuentemente, como también Susan Sontag y sus Notas sobre el Camp.
Quizás uno de los rasgos más interesantes de la TQ es que se trata de una Teoría en constante proceso de análisis y expansión, cuyo caldo de cultivo está constituido por los propios individuos quienes deconstruimos diariamente nuestra identidad.
La TQ se conforma por tanto de individuos que defienden el Derecho a la ‘No Clasificación’ de géneros, hábitos, actitudes ni formas de vida preestablecidos como verdades absolutas y definitorias; todo lo contrario, se propugna por una asimilación de la multiplicidad de identidades y sexualidades, variables en cada caso y subjetivadas por una infinidad de factores psicosociales y culturales que mutan constantemente.
Como tal, la TQ explora una nueva fase en los estudios de género e identidad: se aleja de los estudios proselitistas LGBT —que tienden a ‘uniformizar’ a sus integrantes—, y en cambio profundiza en las Identidades de aquellas personas quienes aún siendo elementos de una determinada subcultura, no se consideran como tales, (no militan con una ideología ni son partícipes de un determinado movimiento LGBT). Y es que, un gran error de la discursividad tanto heterocentrista como homocentrista es circunscribir a un individuo dentro de una demarcación de género, sexualidad e inclusive —y de modo increíblemente absurdo—, de rol sexual (activo, pasivo e inter), equiparando sus estilos de vida, apariencia física, aficiones, ocupaciones, hábitos sexuales...(Por ejemplo, no todos los gays viven del ‘camp’, no acuden a esa necesidad que es ante todo una representación de la teatralidad y la parodia, e incluso muchos la detestan. Ni siquiera podría hablarse de una ‘comunidad gay’, como erróneamente se hace: un oso leather guarda pocas similitudes con un drag queen, o un hunk con un shemale. Todas estas clasificaciones son tan arbitrarias que imposibilitan agrupar a la totalidad de hombres que tienen sexo con otros hombres, y que parcamente nuestra sociedad ha denominado como ‘gays’.
En este sentido, la propia adjetivación ‘queer’ ha sufrido una metamorfosis respecto a su acepción original. El vocablo inglés (procedente del latín ‘torquere’, torcer), hacía referencia en un principio a las personas enfermas. Más tarde a aquello considerado bizarro o extraño, luego a los homosexuales y finalmente sólo a un sector de estos, el de los incategorizables, los raros, los freaks. A partir del año 2000 el término se masificó y adquirió una readaptación mercadotécnica gracias a Queer as Folk, teleserie coproducida en Estados Unidos y Canadá que presenta la vida de varios jóvenes, sus relaciones afectivas y vicisitudes con otros de su mismo género. (Y que ha llevado a más de un cibernauta a dar con la TQ).
La TQ ha contribuido también a la ruptura de los convencionalismos y formalismos, oponiéndose tajantemente a la dicotomía de los géneros (masculino y femenino), redefiniendo términos (genitalidad, sexualidad, orientación) y aportando nuevas tesis (la analidad como símbolo de universalidad individual y como último reducto de la masculinidad machista, citando un ejemplo). Su carácter desidentitario permite analizar innumerables posturas referentes a los usos y políticas que tienen los Seres Humanos con su propio cuerpo, su forma de pensar, actuar y relacionarse en su entorno.
Al ser una teoría contemporánea, pueden hallarse representantes de distintas disciplinas con innumerables vertientes y percepciones, siendo algunos de los más destacados: Riki Wilchins (Queer Theory/Gender Theory: an Instant Primer), Eve Kosofsky Sedwick (Epistemología del Clóset), Donna Haraway (The Reinvention of Nature), David Halperin (La normalización de la Teoría Queer), Judith Halberstam (Female masculinity), Lee Edelman, (No Future: Queer Theory and the Death Drive), Beatriz Preciado (Manifiesto Contrasexual), Javier Sáez, (Editor de la revista Queer Hartza), Ricardo Llamas (Homografías) y Fancisco Javier Vidarte (Extravíos).
Sin embargo, el gran aporte de la TQ, sus fundamentos y apreciaciones primordiales se encuentran en los Manifiestos Desidentitarios, textos autobiográficos, fanzines, medios alternativos y los blogs —como éste, por supuesto—: es allí donde se ubican los documentos testimoniales que dan fe y nos ayudan a comprender mejor esta teoría.
“Somos perversos polimorfos”
Sigmund Freud.