I. La visita de una sombra espuria
Es gracioso saber que el mundo es tan vasto y al mismo tiempo, tan pequeño, que la existencia sea tan sublime y tan infame, yque todo suceda al mismo tiempo, en lo que dura un parpadeo.
¿En qué momento regresas, para confundir la noche con dolor? Justo cuando no eres ni una sombra espuria.
Es gracioso, se supone que falleciste hace mucho. Y así debes seguir, hasta que alguna vez, caminando en otras calles ya sin tiempo, sin memoria y sin cuerpo, nuestros espíritus sean capaces de estar juntos, y abrazarse de nuevo.
Fuimos semen, luego lágrimas y sangre.
Ahora sólo eres una cicatriz.
Es gracioso pensar que algo queda de ti.
Es gracioso, podría escribir más, pero me cansé. A veces es mejor quedarse con el mal recuerdo de una ausencia que invocar la pesadilla.
Es gracioso… Y es triste.
Muy triste.
II. Cuesta arriba: el sentido de vivir
El cielo se ha mostrado sospechosamente despejado en estas noches. Millones de estrellas aguardan ahí, atestiguando las miserables historias de carne y peste que magistralmente protagonizamos los humanos.
A pesar de ello, muy de vez en cuando surge un relato rescatable, como sucedió la noche del viernes.
¿Puedes concebir esa idea de que piense en ti y logre sentirme satisfecho, aunque sólo sea de respirar?
Gracias por compartirme los breves instantes de eternidad. Hasta este momento es grato sentir que estás aquí (sin que te hayas dado cuenta).
Lo que haya de venir, será cuestión de tiempo y libertad.
III. El día perfecto
De todos los días históricos en que el viento del Norte ha azotado a esta ciudad, éste ocupará el primer sitio en la memoria. Causó algunos estragos, derribó árboles y anuncios, pero sobre todo, sacudió al espíritu.
Quiso llevarse todo, nos aleccionó de nuevo sobre cuál es el sentido de la Libertad, que es efímera y gozosa por igual, como todo buen orgasmo.
Salí a caminar, y mientras lo hacía, la fuerza del viento me estremeció, purificándome.
Ojalá muriera en un día así, y entonces todo sería perfecto.