Un par de vidas,
quince páginas.
Un par de vidas en quince páginas y con ellas, el final de los tiempos. Todo debe suceder de modo ágil y congruente, la tensión debe acrecentarse conforme avanza el relato, allende la angustia, la tétrica oscuridad, las calles exasperadas de tristeza y caos... La melancolía.
El misterio que provoca el confundirse con el Tiempo y luego confundirlo. El llegar a un parque desolado, a una casona derruída, el eternizar una despedida que hace mucho tiempo transcurrió.
La ironía fugaz de las noticias, de los nuevos mitos y del absurdo, de las añejas esperanzas e ilusiones humanas quienes en su afán por conceder sentido a la existencia crearon ídolos y Dioses falsos, gestando batallas y leyendas.
Las criaturas de la noche, la música, un gato gris que trasciende dimensiones. Todos los espectros malditos que andan sueltos en el orbe fueron capaces de sentir alguna vez... Y de querer.
Un último crepúsculo de viento y fuego. En la noche del fin del mundo el viento será púrpura y el fuego será cian. La bóveda celeste proyectará escenas impensables: serán las estrellas colisionando en el Universo.
Espejismos y alucinaciones: en mi vida siempre es medianoche.
Lejos de lo que pudiera pensar el lector, escribir me apasiona, pero además, me perturba. Es como entrar en trance y ser un medium, un intérprete de imágenes, escenas y secuencias que concibo en sueños, en mis ratos de vigilia y ocio, en los viajes de vino y ajenjo y en casi cualquier situación vivida.
Me empeño con esfuerzo por reproducir fielmente y con coherencia todo aquello que concibo, aunque no suele ser fácil. Dado que mis personajes son una suerte de hombres y mujeres ninfómanos, esquizoides, existencialistas, onanistas, bipolares... Suicidas sublimes todos ellos, a veces enfrentarlos presupone un agobio tremendo, impensable.
He ido dejando partes de mí en cada narración.
Y ahora, en quince páginas, dos vidas.
quince páginas.
Un par de vidas en quince páginas y con ellas, el final de los tiempos. Todo debe suceder de modo ágil y congruente, la tensión debe acrecentarse conforme avanza el relato, allende la angustia, la tétrica oscuridad, las calles exasperadas de tristeza y caos... La melancolía.
El misterio que provoca el confundirse con el Tiempo y luego confundirlo. El llegar a un parque desolado, a una casona derruída, el eternizar una despedida que hace mucho tiempo transcurrió.
La ironía fugaz de las noticias, de los nuevos mitos y del absurdo, de las añejas esperanzas e ilusiones humanas quienes en su afán por conceder sentido a la existencia crearon ídolos y Dioses falsos, gestando batallas y leyendas.
Las criaturas de la noche, la música, un gato gris que trasciende dimensiones. Todos los espectros malditos que andan sueltos en el orbe fueron capaces de sentir alguna vez... Y de querer.
Un último crepúsculo de viento y fuego. En la noche del fin del mundo el viento será púrpura y el fuego será cian. La bóveda celeste proyectará escenas impensables: serán las estrellas colisionando en el Universo.
Espejismos y alucinaciones: en mi vida siempre es medianoche.
Lejos de lo que pudiera pensar el lector, escribir me apasiona, pero además, me perturba. Es como entrar en trance y ser un medium, un intérprete de imágenes, escenas y secuencias que concibo en sueños, en mis ratos de vigilia y ocio, en los viajes de vino y ajenjo y en casi cualquier situación vivida.
Me empeño con esfuerzo por reproducir fielmente y con coherencia todo aquello que concibo, aunque no suele ser fácil. Dado que mis personajes son una suerte de hombres y mujeres ninfómanos, esquizoides, existencialistas, onanistas, bipolares... Suicidas sublimes todos ellos, a veces enfrentarlos presupone un agobio tremendo, impensable.
He ido dejando partes de mí en cada narración.
Y ahora, en quince páginas, dos vidas.
1 comentario:
somos ua parte de hoombre y mujer ninfómanos, esquizoides, existencialistas, onanistas, bipolares, suicidas peor al fin sublimes y tan humanoides, gracias por com-partirnos en cada frase
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