domingo, marzo 11, 2007

El momento del poeta.



"En mi vida siempre es otoño,
y siempre es medianoche".
IvánBarr.

Escaleras. Miles de seres ascendiendo, como en el sueño de Jacob, como en los grabados de Maurits Cornelis Escher...

Cementerios ancestrales, santuarios, lápidas y criptas relucientes bajo millones de estrellas imposibles, que estallan cuales artificios de pirotecnia en una noche eterna...

Ambos sueños compartidos en un instante que va del orgasmo lúbrico al espiritual.

Entre los creadores de ambos sueños, se enciende una flama: la del fuego que recorre las calles en un par de miradas, perdidas en la distancia, unidas por suerte y por destino.

La identidad de un país se refleja en la actitud con que su gente recorre las calles: buscando consuelo, despreocupándose, ensimismándose en pensamientos surrealistas.

Cuánta diferencia: Las calles de mi país se poblaban de abstracciones sin sentido, de escarnio, abulia y miseria.

Ahora, incluso esas calles han quedado atrás, siendo relegadas por majestuosas avenidas de tonos grises y ocres, donde los espíritus copulan con el viento boreal, olvidándose del tiempo.

Es un arte caminar por Norteamérica anhelando Europa, y reinventar Europa, extrañando Norteamérica.

Este domingo la vida me ha despertado ofrenciendo un tributo elégico: con el sonido de la lluvia, los truenos de una tempestad, y una sensación inaudita de libertad.

Como si fuera medianoche, como si fuera otoño.
Como si la vida misma, en realidad, existiera.

1 comentario:

Rain (Virginia M.T.) dijo...

Se lee con sobrecogimiento y en unos instantes, es como si pudiera ver tu transfiguración.