miércoles, julio 25, 2007

2666.

Envuelta en un atmósfera que conjuga de modo magistral la cotidianidad que se transmite diariamente en los noticieros de nuestro país, con la ficción, el escritor chileno Roberto Bolaño (1953-2003) plasmó en su última novela, publicada de manera póstuma, un reflejo de la “realidad hipermoderna”, fragmentándola en cada uno de los cinco episodios que conforman ejes axiales donde los personajes, cuatro críticos literarios, un profesor chileno, un periodista estadounidense y un misterioso autor alemán, convergen a lo largo de la lectura, que supera el millar de páginas.



El autor de Nocturno de Chile, Amuleto, Amberes y la celebérrima Los Detectives Salvajes —que le valió el premio Herralde de novela en 1998—, transfigura a la fronteriza Ciudad Juárez en el poblado de Santa Teresa, otorgando una identidad ficticia que en la narración, envuelve los feminicidios en un ambiente de inconclusa confusión.

2666 constituye indudablemente uno de los hitos de la narrativa contemporánea, y me atrevería a afirmar, de la literatura hispanoamericana, dejando entrever la prematura muerte de su autor como una de las ausencias más lamentables en la generación del post-boom latinoamericano.

2666
Roberto Bolaño
Anagrama. Barcelona, 2004.
1126 pp.

sábado, julio 21, 2007

Un testimonio divergente.

Como uno de los nacidos en el crucial año de 1980, fui partícipe racional de la generación que vivió tanto las postrimerías del siglo XX como los primeros años del tercer milenio. Durante este lapso la realidad geopolítica, económica y sociocultural del mundo ha experimentado innumerables cambios, viéndose limitada únicamente por las vastas —y crecientes— fronteras de la hegemonía y el ingenio humano.

En mi tiempo, resulta impensable concebir los acontecimientos de la Historia Universal Contemporánea disociándolos de las vivencias personales. Este rasgo nos coloca en una posición “individualmente masiva”, ante la realidad y el acontecer global.

Resultaría no sólo frívolo y pretencioso, sino también mediocre afirmar que este blog es “único”, “atípico” o “auténtico”, cuando en realidad sólo constituye un acervo testimonial de vida, sin pretender llegar a más. De pronto pareciese que cada individuo cree vivir una vida "diferente", cuando en realidad, aquello que solía ser diferente se ha convertido en un elemento alienado, estandarizado o cuando menos, aceptado por una sociedad.

Si acaso, este blog puede ostentarse como “válido” gracias a un rasgo peculiar: el de presentar una realidad singular, a menudo fuera de un contexto homogeneizante donde los estilos y modos de vida han llegado a ser aprehendidos por la vorágine de la vida cotidiana.

El gran sustento de este blog abreva del privilegio que otorga llevar una vida al margen de las pretensiones y aspiraciones sociales predeterminadas, que a mí siempre me han parecido deleznables, incomprensibles y carentes de trascendencia.

Mi vida cobró importancia y validez por ser divergente.

No hubo parientes.
No hubo navidades multitudinarias ni reuniones anuales en invierno.
No hubo música ligera en español.
No hubo periodos prolongados frente al televisor aspirando a vivir la vida de la pantalla.
No hubo adoctrinamientos religiosos.
No hubo rezos católicos, protestantes, ni celebraciones litúrgicas.
No hubo fines de semana dedicados al football soccer.
No hubo integración a clubes sociales ni agrupaciones ideológicas.

Pero hubo libertad:

Para conocer el mundo.
Para interpretar la realidad.
Para pensar.
Para cuestionar y cuestionarse a uno mismo.
Para alimentar el espíritu.
Para vivir la sexualidad en todas las tonalidades (y sin matices).
Para expresarse mediante la literatura y la música.
Para respetar la vida humana ajena (y luego desinteresarse).
Para querer a los seres vivos y fusionarse con en entorno natural.
Para crear.
Para creer en uno mismo.

Por consiguiente, este blog sólo aspira a ser un testimonio de tales experiencias.

domingo, julio 15, 2007

Un sujeto en el tiempo.

"Watch the sun,
As it crawls across a final time
And it feels like,
Like it was a friend.
It is watching us,
And the world we set on fire
Do you wonder,
If it feels the same?

And the sky is filled with light
Can you see it?
All the black is really white
If you believe it
As your time is running out
Let me take away your doubt
You can find a better a place
In this twilight."
Nine Inch Nails, In this twilight.

Durante los últimos crepúsculos los colores se diluyen, mientras los espíritus conforman la silueta del Tiempo Nuevo, que no es triste, decadente ni exasperante, sino todo lo contrario: avanza con bríos de sensaciones nuevas, más allá de los límites y la frontera.

Ante el pensamiento de los desconocidos pudiera parecer extraño, pero el sitio donde me encuentro, -en tiempo y en espacio-, conjuga de manera perfecta la luz y la oscuridad.

Cada noche, las constelaciones del verano continúan señalando efemérides...

En el pasado,
en el presente,
en el futuro...

Y bajo éstas, el viento boreal revela una gran lección:
Es el Tiempo mismo el que nos vuelve más honestos, más circunstanciales, más "reales".

El tiempo concede y despoja, pero sobre todo, reivindica.
Une los fragmentos dispersos,
Surce los tejidos roídos,
Y frente al espejo emerge la figura de un sujeto que se acerca caminando, en pos de un arquetipo.

viernes, julio 06, 2007

El Arcano Perdido (tercera y última parte).

III.
Las cenizas del último día

Ciudad de México, verano de 2007.

Ocurrió cerca de la una de la tarde, aunque por supuesto, a medida que transcurrieron las horas y los días, las crónicas mediáticas se encargaron de fijar datos precisos, señalando cada acción, por muy intrascendente que resultase, como un acontecimiento previamente anunciado.

Si bien es cierto que los rumores supersticiosos abundaban en esas fechas, pregonando durante los meses previos una catástrofe inaudita, pocos fueron quienes, en el momento fatal, recordaron tales predicciones. En el fondo, después de haber crecido y superado tantas profecías incumplidas, resultaba difícil conceder a cualquier alma fatalista el beneficio de la duda.

Un primer movimiento brusco, pero todavía moderado, bastó para generar un desconcierto en los rostros de los transeúntes. La frase fatídica de “está temblando” emergió como una consigna unánime y repetitiva, antes de provocar gritos de pánico y crisis nerviosas; transcurrió un segundo, dos, tres… Treinta segundos que se hicieron eternos, y luego, una sacudida violenta zarandeaba la superficie de la tierra, removiéndolo todo. El movimiento oscilatorio, gradualmente intenso, trepidó de modo estrepitoso y duró más de tres minutos.

Desde una avenida, como supongo que sucedió en cualquier otro sitio, las imágenes resurgen de inmediato por ser vívidas y tétricas: uno a uno, los edificios de acero y concreto se balanceaban sin control, y de inmediato, varios de ellos colapsaron. Un poste de luz eléctrica se volcaba sobre un auto estacionado mientras los árboles crujían desde sus raíces. Transformadores de luz y tanques de gas explotaron, acrecentando el miedo.

A mitad del camellón central, rostros de terror y desconcierto reinaban en el semblante de las personas. Una anciana se arrodilló, suplicando palabras entrecortadas, alzando la vista hacia el cielo. Varios niños corrían sin rumbo fijo, crispados con lágrimas. Todos pedían e invocaban a Dios, a los santos, a quien fuese capaz en ese momento de controlar la tierra que rugía y partía el pavimento.

Un par de jóvenes permanecían sentados en una banca, abrazados con firmeza, petrificados del susto.

Lejos de aminorar, el movimiento brusco se incrementaba, y justo entonces, me atrevería a afirmar que la conciencia colectiva vislumbró la finitud. La tierra se agitaba con violencia, gimiendo en las profundidades del subsuelo, revolcando la superficie.

Y tras el sismo, todo: gritos, alaridos, el deambular de las sirenas, un olor incontenible a gas y a muerte e imágenes de angustia y caos se divisaban por doquier. No se había tratado de un terremoto, sino de un cataclismo.

La casona de la esquina, otrora un ejemplo de tiempos prósperos, se había venido abajo por completo. Nubes de polvo y humo se levantaban ahora sobre los escombros, mientras que debajo de estos, concreto, madera y horrendos miembros esparcidos dominaban la escena.

A unos cuantos pasos, entre los restos de lo que alguna vez fue el dintel de una ventana, sobresalía por su extrañeza un curioso dibujo: el esbozo de la tragedia, la representación de un sueño.

Los trazos básicos delineaban al arcano que unos setenta años atrás, lady Frieda Harris había diseñado por encargo de Aleister Crowley.



La Torre: Separación, alejamiento y ruptura.

Algunos seres simplemente desaparecen, se convierten en sombras que habitan la memoria y por desgracia, con el tiempo caen en los dominios del olvido.

*****************

Epílogo
Ciudad de México, un otoño en el futuro.

Nuevos parques, andadores y jardines. Nuevas plazas donde los sollozos se convierten en sonrisas. Las generaciones de otro tiempo habrán de pisar las huellas de los antiguos, reivindicando los instantes de emociones efímeras y olvidando los rencores.

Desde estos parques resulta interesante detenerse a meditar, y durante unos minutos, pensar que el tiempo de los finalismos, las tragedias y las profecías va llegando a su fin.

Desde estos parques…
Sobre los escombros,
En los sitios donde perecen los últimos mitos del Tiempo.

jueves, julio 05, 2007

El Arcano Perdido (segunda parte).

II.
El Custodio del Fuego

Ciudad de México, otoño de 2006.

Expresado en términos narrativos, El siglo XX resultó ser una sucesión interminable de crónicas viscerales, tragedias sangrientas, dramas insólitos y unas cuantas comedias alucinantes, casi fársicas. Fue un periodo de sombras, escombros y breves bengalas de luz, lanzadas para iluminar las noches más oscuras.

Sin embargo, fue hasta los primeros años del nuevo milenio cuando quedó marcada la impronta de una nueva era, donde los personajes de cada relato constituían simples instrumentos de una gran historia, fútiles herramientas de un narrador, justificados únicamente por la espontaneidad de los instantes y sus circunstancias, que en el tiempo hipermoderno eran demasiado efímeros.

Allí, en una de las millones de esquinas que surcaban la ciudad, metrópoli magnánima del caos y la inequidad en el orbe, aún se mantenían en pie algunas viejas y ruinosas casonas de antaño. Entre las esculturas de Sátiro y Amor, Mercurio, Argos y Doríforo, sus muros y cimientos inclinados esperaban una última oportunidad para sucumbir ante el paso del tiempo.

Al final de una escalera serpenteante se encontraba una puerta blanca, y tras ésta, un relato extraordinario. El otoño transcurría entre arcángeles y sombras, bocetos de pinturas inconclusas, flores color naranja, ecos de almas perdidas y decenas de frases benditas.

Escritos con una emoción inusitada, nuevos párrafos aparecían diariamente en un breviario. Un par de personajes vivenciaban su relato, y en medio de ellos, una gran puerta se entreabría: la de los deseos.

Cada noche, la luna de octubre se conjugaba con el fuego de las velas encendidas en cada habitación, irradiando un resplandor azul hacia cualquier punto imaginable.Miradas, fluidos, secreciones, espasmos... Miles de palabras, millones de estrellas, risas y canciones…

Esos días, ¡hubo tanta magia en el ambiente! Ni los dioses, ni los ídolos, ni los héroes o los arcángeles caídos fueron capaces de comprender por qué sucedió. ¿Qué escondían las paredes inclinadas por el tiempo? Relatos inconclusos, noches de eyaculaciones pérfidas, reencuentros y despedidas, una voz ilusoria aguardando en el silencio... Perversiones.

Existieron instantes infinitos antes de que la puerta entreabierta se cerrara de golpe, extinguiendo el fuego de las velas, y con él, el resplandor azul. Después de fornicar noche a noche con la oscuridad, con los deseos y los cuerpos ilusorios, la única perversión que quedaba en esta vida consistía en abrazar con ternura a la luz de cada amanecer.

miércoles, julio 04, 2007

El Arcano Perdido (primera parte).

“To man I come
A man my number, Lion of Light,
I am The Beast whose Law is Love.
—Love under will, his royal right—
Behold within, and not above,
One star in sight!”
Aleister Crowley, One star in sight.

Prefacio

Imágenes olvidadas, relegadas en alguna parte de la memoria, entre grietas, paredes salitrosas y objetos del tiempo antiguo, supuran sangre y emanan un olorcillo agridulce cuando se recuerdan (y cuando se relatan), a las generaciones postreras.

Todos los acontecimientos del mundo, independientemente de su ubicación y su momento, han tenido una causa determinada, como también han perseguido un fin. En el Universo, nada ha sucedido por azar, por accidente o por equivocación (aunque en innumerables ocasiones las circunstancias de la existencia o las tendencias de la época hiciesen pensar lo contrario).

I.
El sueño del nigromante

Ciudad de México, primavera de 1900.

Una inusitada sensación de bonanza y algarabía se reflejaba en los rostros de los habitantes capitalinos, logrando opacar, aunque fuera por breves instantes, los descontentos sociales y los malos augurios que para ese entonces ya eran dignos de consideración.

Unos cuantos días atrás, la Sociedad Astronómica se había visto obligada a publicar una declaración oficial como respuesta a los cientos de cartas recibidas, aduciendo que resultaba de todo punto imposible fijar una fecha precisa o respaldar con validez científica los panfletos que durante los días previos habían circulado en las calles, vaticinando temibles lluvias de fuego y un sismo de magnitudes cataclísmicas, tras el cual sobrevendría el final de los tiempos.

Si bien es cierto que las profecías aterradoras provocaban risa y burla entre buena parte de la población, las calles solían lucir desiertas los días señalados como funestos, y los ruidos y clamores de la gran ciudad se convertían en ecos distantes y murmullos, alterados únicamente por el vaivén de los tranvías y el tañido de las campanas.

Hacia el oriente, internándose en los linderos, briosas calzadas y mansiones se levantaban en los predios recién fraccionados de la Romita. La aristocracia imponía el estilo del eclecticismo francés y el art nouveau en cada fachada, en cada jardín y en cada nueva avenida.

Proveniente de una amplia habitación, el fonógrafo emitía una inquietante melodía, y desde el interior, su huésped resultaba intrigante, de igual forma: hombre y bestia, mito y maldición, ídolo y demonio. Aclamado y vilipendiado por cientos de seguidores y detractores. Poeta, hechicero y explorador del mundo, de mente ávida y naturaleza pansexual. La noche del 28 de mayo, justo después del eclipse total de luna, mr. Aleister Crowley fue a dormir de un modo tan plácido como cualquier otra noche, luego de conversar con los espíritus.

Mientras dormía, visualizó imágenes inauditas: una turba de magnitudes apoteósicas clamaba confundida en la ciudad. El caos, el polvo y el fuego asolaban a la muchedumbre. Después había lágrimas, separación y un sentimiento de lejanía. Una última imagen se mostraba antes de despertar, y contenía cenizas.

A la mañana siguiente, justo antes de partir a las escarpadas cimas del altiplano, el señor Crowley esbozó en una pequeña hoja la imagen de su sueño. Lo colocó tras el dintel de la ventana y finalmente lo olvidó, quizás por descuido, o por alguna razón premeditada.

Lo cierto es que el dibujo permaneció ahí, oculto, casi olvidado, entre los anales del tiempo.