sábado, octubre 15, 2005

He muerto tantas veces, de tantas formas.

Comenzaste siendo un rostro y luego sólo una idea, y ahora no eres nada. Tu sombra ya no se oculta tras los arbustos en las noches despejadas de octubre. Si acaso, eso sí, eres un vago recuerdo.

¿Qué caso tiene?
Estar y luego no estar, pertenecer y luego marcharse. ¡Mierda!

Regresé a los mismos sitios, recorrí las mismas calles, borré todo cuanto podía asociarnos. Hallé la mejor gente, y también la peor. Te extrañé todo lo que podía extrañar a alguien cuando despertaba solo y abordaba el metro en la estación Cuauhtémoc. Todo estaba tan ausente ahí, las mañanas grises, los imbéciles relojes siempre avanzando en un sentido, y el parque Fundidora... Frío, desolado.

Nadie esperaba ahí, como nadie espera ahora.

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