Acabo de ver Brokeback Mountain, el sonado filme de Ang Lee que ha acaparado los principales premios de la temporada (Y justo hoy se suman ocho nominaciones al Oscar).
En efecto, los merece.
Debo decir que he quedado bastante satisfecho.
En cuanto a la trama, es perfecta. Me produjo ese inusual 'shock de cinéfilo' que en los últimos años sólo tres producciones cinematográficas han logrado, seguramente por relatar con aparente cercanía puntos medulares de mi existencia:
1. The Hours, de Stephen Daldry
2. Dancer in the dark, de Lars von Trier
y ahora sumo Brokeback Mountain, de Ang Lee.
Leí en varios artículos de prensa que inclusive el propio Ang Lee se ha sorprendido de la buena reacción de la crítica y la audiencia, ante lo que él considera sólo una 'Historia de amor'.
Debe ser porque a fin de cuentas lo es, más allá de filtros irrelevantes sobre preferencias y matices. Y como tal, es también una historia de desamor y ausencia, con final ácido e infeliz.
Ésas son las Historias Perfectas, (al menos para mí).
Ang Lee nos ha mostrado la historia de vaqueros que todos queríamos ver. (Dato curioso: Tenía que ser un taiwanés quien fuera capaz de dirigir con maestría una historia estadounidense).
Así que Clint Eastwood puede irse acomodando en su ataúd.
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