lunes, octubre 08, 2007

El Futuro Efímero (Anécdota y parábola).

"Everybody wants a thrill
Payin anything to roll the dice,
Just one more time

Some will win, some will lose,
Some were born to sing the blues
Oh, the movie never ends

It goes on
and on
and on
and on...

Don't stop believin'
Hold on to the feelin'
Streetlight people..."
Journey, Don't stop believing.


Últimamente me abruma un recuerdo. (En realidad son varios, pero hoy he decidido escribir sobre éste). Viene a mi mente con una canción, radiada desde algún punto indeterminado en 1984, "hacia todos los sitios de mi memoria".

Podría decir que recuerdo las tardes de aquellos años de un modo muy curioso (que quizás resulte absurdo a los lectores): con matices azules, nítidos e intensos, como nunca más se han vuelto a presentar; por supuesto, no todas las tardes eran así, sino únicamente las que pasaba en compañía de La mujer sin sonrisa.

Precisamente, ella me sujetaba de la mano mientras caminábamos hacia el interior del estadio, en la ciudad donde crecí. Una multitud de gente congregada en las inmediaciones del lugar, aguardaba el momento para entrar, mientras conversaban y compraban helados servidos sobre tradicionales "cucuruchos".

Recuerdo el sabor de la vainilla y la canela, los autos en la avenida (con diseños extravagantes, incómodos y vistosos, fieles al espíritu de los Ochenta), recuerdo haber visto de reojo a niños con sus mascotas, así como varios uniformes escolares e instrumentos musicales...

Pero lo que más recuerdo es haber alzado la vista y observar una especie de "antena" frente al Estadio. Una aguja estilizada, de unos diez metros de altura -quizás menos, pero a esa edad me parecía muy elevada-. De alguna forma me hizo pensar en el futuro, o más bien, tener una noción elemental de lo que representaba el futuro: algo fuera de lo común, inesperado, que vendría más tarde de modo indeterminado, pero sobre todo, que sería enigmático.

Complementar esa visión con el intro de piano de Don't stop believing y la voz de Steve Perry, a los cuatro años, otorgaba una emoción inefable, como si el futuro estuviese aún muy distante, y contuviese un tonel repleto de momentos "fantásticos", en toda la extensión de la palabra.

Pero no fue así.

En realidad el futuro no existía, y el único momento fantástico que tuvo lugar, fue el instante mismo de haber presenciado tal acontecimiento.

Sobre la "antena sofisticada" (oficialmente denominada Torre Cinética), me parece, duró mucho menos que este recuerdo: unos cuantos años después yacía sucia y oxidada, al borde del colapso (que terminó por derribarla).

Actualmente, en el mismo sitio y sobre el mismo pedestal, se encuentra una burda figura metálica, menos insólita y fantástica de lo que se supone, el futuro debía ser.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuanta añoranza me trajo recordar la Torre cinetica, que dias aquellos que solo luz y sonido nos hacian aremolinarnos en torno a ella para solo ver y exhalar un suspiro ante la maravilla de aquella nueva tecnología.