miércoles, junio 15, 2005

La Antigua Serpiente en un sueño.

No puedo afirmar si se trataba de un amanecer o un crepúsculo, pero estoy seguro que aconteció, durante un sueño.
La primera imagen que me viene a la mente me situó en la antigua sala de la casa, presenciando la llegada de varias personas ataviadas con vestimentas de un tiempo distante. No recuerdo sus rasgos con precisión, a excepción de una mujer de unos ochenta años, bajita, regordeta y con el cabello negro sujetado en dos trenzas. Ninguno de ellos me habló, e inclusive me ignoraron, limitándose a a cruzar la sala y seguir de frente por un largo pasillo, -ahora inexistente- hasta la recámara de La Antigua serpiente (que es el Diablo y Satanás).
Una urticante curiosidad me llevó a espiarlos, y cuando me acerqué hasta la puerta entreabierta de la recámara, logré escuchar la conversación de muchas voces, hablando en lenguas desconocidas que no pude comprender. En ese momento me percaté que los extraños visitantes estaban muertos, pero no sentí terror, sino más bien un ligero desconcierto. Pude ver que rodeaban la cama de la Serpiente y se acercaban a ella, como arropándola.
Entonces, La Antigua Serpiente se levantó, y entonces corrí hacia la sala donde me encontraba en un principio. Me percaté que se aproximaba, su semblante lucía más joven, saludable. vestía un sweater tejido y una falda larga. Al pasar junto a mí, ya en la sala, se detuvo, volteó y me dijo: ya me voy.
Sin pensármelo demasiado, aduje, -no quiero ir a tu entierro.
Ella contestó, sin más, no vayas, son puros huesos. Me persignó y en ese momento experimenté una tristeza inmensa, que incluso sería incapaz de sentir en mi estado de vigilia, hacia ella.
Atravesó la puerta de la calle y cuando me asomé, ya no estaba.
Cerré la puerta y corrí en dirección opuesta, hacia su recámara: los visitantes ya no estaban, se habían esfumado. Me quedé inmóvil allí, al tiempo que el sonido de la lluvia que salpicaba la ventana, como limpiándolo todo. Observé los contados objetos personales de La Antigua Serpiente que aún permanecían en su recámara: un cuadro con la imagen de Jesús rezando en el monte de los Olivos, un rosario, el bastón que había pertenecido a su padre, el retrato de su madre...
En eso estaba cuando llegó Ciberíncubo diciendo, "la vieja ha muerto."
Volteé a verlo y repuse, ya lo sé.
Y en ese momento desperté.

No hay comentarios.: