lunes, septiembre 12, 2005

Conmemoraciones septembrinas contemporáneas.

Pasé el fin de semana en exilio voluntario, apartado de todo. Y a pesar de ello, resulta imposible extraviársele a la memoria.
El domingo salí de la ciudad con dirección a la zona campestre que se interna en las montañas. De camino, leí los titulares de los periódicos: sobresalen las tragedias, pasadas y presentes. Del atentado a las Torres Gemelas cuatro años después, a los cadáveres flotantes de Katrina y reportajes especiales sobre el vigésimo aniversario de los terremotos de México '85.

Los encabezados me plantearon una introspección que duró buen trecho del recorrido, ¿En qué momento comencé a interesarme en la problemática mundial?

Sería descabellado no hacerlo siendo un cómplice, minúsculo, sí, pero cómplice al fin.

Y la verdad es que no recuerdo exactamente cuándo sucedió. De repente estuve caminando solo en alguna calle del mundo y al dar vuelta en una esquina, la realidad estaba ahí.

Debió haber sido hace mucho, pues desde que tengo uso de razón, me sentí partícipe del mundo. Tanto así, que opté por estudiar Comunicación (para muchos, la carrera de la 'Gran falacia', los artistas frustrados y los televendedores entusiastas).

La mayoría de la gente con quien trato a lo largo del día, -a excepción de mi círculo de freaky/bitter friends-, lo que podría denominarse la gente común, no se interesa en absoluto por indagar demasiado sobre lo que sucede más allá de su vista.Baste un ejemplo: hoy llegué al trabajo (quizás el sitio más deprimente sobre la faz de la Tierra, muy similar al búnker en que Hitler se suicidó, aunque con el cuádruple de cajas de cartón llenas de papeles que nadie lee jamás) y el gran tema de conversación fueron los resultados del partido de FootBall.

100% estilo de vida mexicano. ¡Celebremos México!

De suerte que traigo música de los Smashing Pumpkins y audífonos puestos para unas siete horas.