Tengo una idea-cliché (bastante pueril) cuando evoco el último trimestre del año, que cuando menos es válida para el Hemisferio Boreal: me viene a la mente un atardecer en sepia con tonos carmines y frondosos árboles perdiendo el follaje.
Nunca han sido tan vívidas esas imágenes como en estas latitudes.
Aunque, cabe decir, constituyen una verdad a medias. Basta internarse en las montañas, viniendo de la Capital Federal, para presenciar otra faceta: tardes eternas, grises como ellas solas, silenciosas, sagradas y profanas, cada vez más negras, cada vez más lacerantes; de risas y lamentos, de un septiembre que agoniza, un octubre que delira y un noviembre que muere y renace en una noche... Y luego diciembre se le regala al albedrío.
De esta forma llegamos al otoño con su álbum-insignia: Out of season, de Beth Gibbons & Rustin Man, y con su frase redentora. "The voice of love so out of season/I'm travelling with no destination/Still hanging on to what may be/It's a funny time of year."
Estamos ya, por fin, ante las tardes eternas de viento y fuego.
Los altares comienzan a arder.
Brindemos plegarias a los Dioses muertos y orgasmos eternos a los espíritus lascivos, celebremos rituales de vino, voces perfectas y bestias sagradas: Nick Cave, Elliot Smith, Steven Patrick Morrissey y con suerte hasta Ryan Adams...
"Where do we go when the stars go blue?"
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