"Lo mejor de Latinoamérica son nuestros suicidas,
voluntarios o no.
Tenemos los peores políticos del mundo,
los peores capitalistas, los peores escritores...
Pero tenemos suicidas ejemplares."
Roberto Bolaño, Entre paréntesis.
Lo planeaste todo tan bien que, ante las miradas de los peritos forenses, mi macabro hallazgo casi hubiera pasado inadvertido, como una muerte anunciada más, tan acorde con los tiempos.
Pero no para mí, hijoeputa: te conozco demasiado, tanto en los días en que la sangre fluía por tu cuerpo como ahora, que sólo eres un organismo hediondo, podrido y descompuesto.
Hete ahí, reposando en la terraza, presenciando ese fragmento del fin de los tiempos que en buena medida, te adueñaste para hacer el tuyo propio. Dormido —muerto— de frente a la ciudad: tu última imagen vital fue la del terruño, esa urbe de la medianía que por supuesto te iba muy bien. Subiste y bajaste, andaste, recorriste cada callejón. Follaste en alguna que otra fiesta, hace tanto tiempo, hace tantos sueños...
Pero ahora yaces frío, tieso, inmóvil. A tu costado, el breviario que portaste con tanto brío y orgullo en tus días de vejez (que fueron muchos, pues naciste siendo viejo, cabrón) aguarda terminado, sin ninguna página en blanco. ¿Lo quieres en tu féretro? No me lo quedaría. Tantas líneas malditas, tantas palabras profanas que sólo tú podías enunciar con elocuencia... Nadie más podría decirlas, ni leerlas.
Y tu voz: era la voz.
¿Lloraste mucho antes de morir? Te lo mereces. Lágrimas que no son de pena ni de alegría... Justo antes del fin del mundo, plegarias lascivas.
Aunque a juzgar por el coctelazo de antidepresivos que te metiste durante las últimas semanas, dudo mucho que tus lacrimales permanecieran desbloqueados.
Algo me da gusto: moriste sin dejar nada a medias. Terminaste todos tus textos. Lo planeaste bien.
Imagino tu último momento: te embutiste un arsenal de píldoras, te vestiste impecable y te fuiste a reposar, ya sin el gato, que una semana atrás había partido al otro mundo. (Hasta en eso fuiste preciso, sin dejar amigos íntimos a quiénes extrañar, ¿o esa era la señal de tu partida?). Luego te recostaste sobre la silla plegable, y observaste las luces nocturnas de tu ciudad.
Por último, programaste la música. Elegiste bien la última canción, en un continuo repeat que se prolongó por varias horas.
Escogiste algo viejo, muy viejo, ochentero, como tú. De un poeta mucho más viejo, canadiense y judío.
Sí, lo sé, tenía que ser canadiense y judío.
Cerraste los ojos, escuchaste la canción.
Y en toda tu vida, la cual se narró en canciones ajenas y en relatos propios, no volviste a escuchar ninguna otra canción.
Ahora, todos sabemos que has muerto.
"And everybody knows that the Plague is coming
Everybody knows that it's moving fast
Everybody knows that the naked man and woman
Are just a shining artifact of the past
Everybody knows the scene is dead
But there's gonna be a meter on your bed
That will disclose
What everybody knows
And everybody knows that you're in trouble
Everybody knows what you've been through
From the bloody cross on top of Calvary
To the beach of Malibu
Everybody knows it's coming apart
Take one last look at this Sacred Heart
Before it blows
And everybody knows
Everybody knows, everybody knows
That's how it goes
Everybody knows..."
Leonard Cohen, Everybody knows.