sábado, diciembre 31, 2005

La noche del Ouroboros.


El Ouroboros, la serpiente que se muerde la cola, simboliza o cuando menos sugiere, la continuidad, la eterna continuación de un ciclo. Y esta noche me encuentro justo en ese momento en que se muerde su propia cola, el fin sin principio, el principio sin fin.

2005 no ha sido un Año precisamente fácil, aunque tampoco trajo consigo un colapso como lo hizo el 2002. Más que nada, ha quedado marcado por una singular característica: hacerme conciente de mi principio y fin, volverme el protagonista -y también antagonista- a lo largo de 365 días con sus noches.

De cualquier modo, con esta noche termina. Aunque sólo sea una cifra con mero valor psicológico, deja mucho tras de sí: el legado de libertad, de buenos momentos compartidos (sobre todo los de otoño e invierno). Marca el fin de un reencuentro conmigo mismo.

Y justo este día, el último, de nuevo me otorga el que quizás sea el único valor que da sentido a la vida humana: el de 'ilusionarnos'.

Gracias por ese orgasmo físico. Y a 2005, gracias por el orgasmo espiritual.

Lo que a partir de unos minutos haya de escribirse, no es ya, ni debería ser jamás, cuestión de intriga. Todo futuro es posible, y no está del todo a nuestro alcance.

Toda Noche vieja es en buena medida, una despedida.

Me reconforta saber que en 2005 no dejé ni malgasté alguna parte de mí.

Salud.

"Give me crack and anal sex...
I have seen the Future brother: It is murder."
Leonard Cohen, The Future.

viernes, diciembre 30, 2005

La cuenta regresiva.

Psycho, House y Lounge para las últimas noches del 2005.

Qué buena sería la vida si nuestro Tiempo fuese una sucesión de momentos ininterrumpidos como estos: inmejorable compañía, entre quienes se pierden, se marchan y se quedan, aquellos quienes creen y quienes crean, los personajes que fuera de mis relatos dejaron ese mote de 'amistad' para convertirlo en 'hermandad'.

Los mismos creadores de ratos perfectos e irrepetibles, cuya única condición es compartir unos breves instantes durante un ciclo.

Beats, risas, velas, el chasquido de tarros que dan cuenta de una celebración... Todo conforma un collage de imágenes armónicas, un peculiar instante de paz y regocijo.

Incluso en las noches más oscuras y desoladas suceden esos momentos, ni toda la oscuridad de siete vidas humanas podría impedirlos.

Así transcurren los últimos días: como una incansable sucesión de encuentros, funerales y despedidas.

miércoles, diciembre 28, 2005

Fuegos fatuos.

Viajar de noche en invierno, con millones de estrellas atestiguando las vidas de los humanos...

Traer la ventanilla del auto entreabierta, y sentir de golpe el aire fresco que surca las montañas...

Observar esas fogatas que por un instante, parecieran flotar en medio de los llanos, cercanas a la carretera, (pero en realidad muy lejanas).

A veces pienso que mi vida, [la actual], es uno de esos fuegos. ¿Cuántos años han pasado, y cuántos deben seguir?

¿Alguna vez, alguien, inmerso y enterrado en el sepulcro de su conciencia, se toma la molestia de detenerse a medio camino sólo para husmear sobre ese fuego? ¿Ha sucedido alguna vez?

A juzgar por la incontable cantidad de fogatas que arden solitarias en la lejanía de los caminos, puedo deducir que mi breve existencia, como cualquier otra, terminará por consumirse y mezclarse en la espesura de una noche eterna.

sábado, diciembre 24, 2005

El invierno y sus delirios.

"Every pretty flower,
every lovely flower,
every deadly flower
hides its light inside of shame."
Rozz Williams, Flowers.

El invierno boreal comenzó el 21 de diciembre por la tarde. Y habría constituido un día deprimente por excelencia (en primer término, por marcar el final del otoño), de no ser por el magnífico bacanal al que asistí. Todo se encontraba ahí: rostros, música,sustancias enervantes... Y paz interna, por supuesto, desde el balcón de los delirios.

Y justo sobre nosotros, altiva y solemne, la luna menguaba, como este año.

En cierta forma, aborrezco estas fechas, en especial el día de hoy y el de mañana. Como he escrito en algún otro post, carezco de ese 'espíritu navideño' que de forma tan ordinaria y vanal cautiva a las personas. Si no fuera porque me brinda la oportunidad de aislarme y de crear, no le concedería sentido alguno.

Y precisamente, es lo que traigo en mente.

Hace pocos días una charla con Biógrafa Chú y un relato de Ray Bradbury me han animado a enfrascarme en un proyecto que se antoja interesante para los días venideros. He aquí un fragmento.

IvánBarr: -¿Por qué estamos tan solos?
Biógrafa Chú: -Porque somos complejos. Y somos complejos porque estamos muy solos.
IB: -Pero ya no podríamos dar marcha atrás.

Una niebla espesa comenzó a infiltrarse desde el ventanal frente al cual estaba nuestra mesa, en el café de siempre. La temperatura descendió. Un frío nos caló los huesos.

BC: - Presiento que he vivido antes este momento, como un Déjà vu.
IB: -Lo sé. Yo también. ¿No te parece que últimamente el tiempo se ha vuelto muy confuso? Los días transcurren sin transcurrir, las noches no suceden. De pronto charlas con alguien y tu próximo recuerdo se traspola a otra conversación, con otra persona, en una situación muy distinta a la anterior.
BC: -¿A qué se debe?
IB: -No lo sé, creo que el tiempo está colapsando, al menos tal como lo concebimos. Ni siquiera sé si esto sea posible a nivel racional... Pero es lo que está sucediendo.
Debe ser el fin.
BC: -¿Y qué piensas hacer?
IB: -Nada. Tomaré otra taza de Ginseng.

Una inusual ráfaga de viento entró despavorida, agitando las lámparas minimalistas que colgaban del techo. Luego sobrevino un apagón.
Afuera, en la calle, rostros de desconcierto y miradas en shock se paralizaban ante el miedo.

Sólo un par de carcajadas sobresalían desde el café.

sábado, diciembre 17, 2005

Síndrome de persistencia.

De pie, frente al océano.

Caminé toda la tarde a lo largo del Boulevard, observando ese inconmensurable vacío líquido, profundo e inquieto que se agita bajo este otro vacío de tierra y aire, que es mi realidad. El puerto me trae recuerdos agridulces, primero de libertad y luego de ausencia. Quizás ahora estoy completando la trilogía: mis pensamientos son de introspección, fluyen sin prisa y encuentran un cauce apacible.

En esas playas viví los escasos días de libertad cuando el resto de los tiempos eran una prisión; transcurrían los mediados de los 80's y por aquel entonces las escenas de playa y sol me emocionaban. [Siempre me ha impactado eso de los niños, que suelen cautivarse por cualquier simpleza]. Don´t stop believin' se radiaba en aquella grabadora Dolby-Sistem que La mujer sin sonrisa dejaba en la batea de una camioneta para luego tomarme de la mano y llevarme a comprar algún jugo. Incluso podría afirmar que los jugos frutales de los 80's tuvieron su propio sabor distintivo...

Pasó mucho tiempo para conceder otro significado personal al puerto, de por lo menos quince años. Y para entonces era un paraje por explorar, un cúmulo de sentimientos compartidos. Era la imagen de un tipo de veinte años que cruzaba solo un puente interminable, encontrando una parte de sí mismo en el otro extremo. Eran noches de esperma interminables, y luego mañanas en par.

Y ahora, cinco años después, toca el turno a la introspección: es encarar a la gran puta que es la vida, con sus selectos clientes y su rubor de melancolía, abierta de piernas, postrada en cuatro, aguardando mezclada entre el viento y el océano.

martes, diciembre 13, 2005

Diciembre, Entre El Boyero y La Cruz del Sur.

¡Detesto a diciembre más que a la vida misma!

...Porque suele cubrirse de matices sombríos. Es un mes molesto, chocante y sin sentido: es el retazo del año que sale sobrando. Los pobres de espíritu creen en cualquier no-nacido al tiempo que compran cualquier cantidad de idioteces, mientras que los espíritus arcanos, guardan silencio y se ocultan entre las sombras, aguardando a los no-muertos.

Si no fuese por ese día mágico, el último del año, que por un instante es un final del principio y un principio del fin, el mes bien podría suprimirse en mis calendarios.

Pese a esto, no todo puede ser tan malo: La mujer sin sonrisa me ha dado muestras de vida espiritual. Estas noches la he pillado observando al cielo. Identifica las constelaciones, esas figuras concebidas en la imaginería de los Antiguos. Aunque no exprese palabra alguna, sé lo que pondera en sus adentros: piensa en la eternidad, que es un concepto apropiado para ella.

Y mientras la observo, me regocijo.

¿Qué nos queda, sino echar un vistazo al cielo?

domingo, diciembre 11, 2005

Todos sabemos que has muerto.

"Lo mejor de Latinoamérica son nuestros suicidas,
voluntarios o no.
Tenemos los peores políticos del mundo,
los peores capitalistas, los peores escritores...
Pero tenemos suicidas ejemplares."
Roberto Bolaño, Entre paréntesis.

Lo planeaste todo tan bien que, ante las miradas de los peritos forenses, mi macabro hallazgo casi hubiera pasado inadvertido, como una muerte anunciada más, tan acorde con los tiempos.

Pero no para mí, hijoeputa: te conozco demasiado, tanto en los días en que la sangre fluía por tu cuerpo como ahora, que sólo eres un organismo hediondo, podrido y descompuesto.

Hete ahí, reposando en la terraza, presenciando ese fragmento del fin de los tiempos que en buena medida, te adueñaste para hacer el tuyo propio. Dormido —muerto— de frente a la ciudad: tu última imagen vital fue la del terruño, esa urbe de la medianía que por supuesto te iba muy bien. Subiste y bajaste, andaste, recorriste cada callejón. Follaste en alguna que otra fiesta, hace tanto tiempo, hace tantos sueños...

Pero ahora yaces frío, tieso, inmóvil. A tu costado, el breviario que portaste con tanto brío y orgullo en tus días de vejez (que fueron muchos, pues naciste siendo viejo, cabrón) aguarda terminado, sin ninguna página en blanco. ¿Lo quieres en tu féretro? No me lo quedaría. Tantas líneas malditas, tantas palabras profanas que sólo tú podías enunciar con elocuencia... Nadie más podría decirlas, ni leerlas.
Y tu voz: era la voz.

¿Lloraste mucho antes de morir? Te lo mereces. Lágrimas que no son de pena ni de alegría... Justo antes del fin del mundo, plegarias lascivas.

Aunque a juzgar por el coctelazo de antidepresivos que te metiste durante las últimas semanas, dudo mucho que tus lacrimales permanecieran desbloqueados.

Algo me da gusto: moriste sin dejar nada a medias. Terminaste todos tus textos. Lo planeaste bien.

Imagino tu último momento: te embutiste un arsenal de píldoras, te vestiste impecable y te fuiste a reposar, ya sin el gato, que una semana atrás había partido al otro mundo. (Hasta en eso fuiste preciso, sin dejar amigos íntimos a quiénes extrañar, ¿o esa era la señal de tu partida?). Luego te recostaste sobre la silla plegable, y observaste las luces nocturnas de tu ciudad.

Por último, programaste la música. Elegiste bien la última canción, en un continuo repeat que se prolongó por varias horas.

Escogiste algo viejo, muy viejo, ochentero, como tú. De un poeta mucho más viejo, canadiense y judío.
Sí, lo sé, tenía que ser canadiense y judío.

Cerraste los ojos, escuchaste la canción.

Y en toda tu vida, la cual se narró en canciones ajenas y en relatos propios, no volviste a escuchar ninguna otra canción.

Ahora, todos sabemos que has muerto.


"And everybody knows that the Plague is coming
Everybody knows that it's moving fast
Everybody knows that the naked man and woman
Are just a shining artifact of the past
Everybody knows the scene is dead
But there's gonna be a meter on your bed
That will disclose
What everybody knows
And everybody knows that you're in trouble
Everybody knows what you've been through
From the bloody cross on top of Calvary
To the beach of Malibu
Everybody knows it's coming apart
Take one last look at this Sacred Heart
Before it blows
And everybody knows
Everybody knows, everybody knows
That's how it goes
Everybody knows..."

Leonard Cohen, Everybody knows.

jueves, diciembre 08, 2005

El comienzo irrepetible.

"The cracks and lines from where you gave up
They make an easy man to read,
For all the times you let them bleed you
For little peace from God you plead, and beg
For little peace from God you plead
Ahhaahh, Yeah, Ahhaahh, Yeah, Ahhaahh,


Wake up young man, wake up..."

Mad season, Wake up.

En un futuro cercano, -tan cercano como el día de mañana-, todos tendremos fechas qué conmemorar. Es propio de los humanos.

Hoy por ejemplo, millones de personas tendrán cuando menos por un instante, un referente mental: el de que hace 25 años fue asesinado John Lennon.

Sí, Lennon compuso canciones interesantes y su legado, sobre todo como activista y en menor medida, como artista contracultural ligh, fue destacable. Fuera de estos aspectos, su influencia -a nivel personal- es nula.

No así el del álbum cuya imagen se muestra junto a estas líneas, el Above, de la alineación única e irrepetible Mad Season. (dos de sus miembros ya están muertos: Layne Staley, de Alice in Chains y el bajista John Baker Saunders).

Above fue un proyecto alterno que unificó a varios integrantes de Alice in Chains, Screaming Trees y Pearl Jam, entre quienes aún destacan Mark Lanegan y Mike McCready. Todo en pleno ocaso, pero aún con fuerza, del periodo grunge.

Justo con esa música estaba el comienzo... Cuando menos el mío.

Diez años después, en un momento muy distinto, sobre todo por la importancia que concedo a la 'circunstancialidad de los momentos, el aquí y el ahora', esa música reaparece por las noches, en cualquier vivencia compartida.

¿Es una señal de vida?

Por supuesto.

Este diciembre se erige como un mes compartido sólo con aquellos quienes me importan. Y por suerte han regresado. Todos están aquí, por un instante. (Porque a fin de cuentas, todo se reduce a un instante).

Me he embaucado en la tarea de darle vida y muerte a un nuevo relato, bastante oscuro, porque, como reza el viejo precepto, 'en el comienzo, todo es oscuridad'.

Tan sólo la luz de un cirio ilumina las líneas que se escriben cada noche en mi breviario.

Y mientras tanto, el viento arrecia.

lunes, diciembre 05, 2005

La regeneración.

Tinieblas, nubarrones han ocultado al Sol.

Luego de una noche que parecía interminable, sobrevino la tempestad. El viento se ha vuelto frío y seco. Es diciembre. No puedes olvidarlo.
Imbécil: en un descuido desataste a los demonios, sin siquiera haberlos invocado. Y ahora caes, y no terminas de caer… Es el abismo: y ese estruendo que te lacera, es tu conciencia.

No te resistas, no podrías acallarla. Es el precio que pagas por haber cometido el peor error de los humanos: carecer de honestidad contigo mismo.

¿Qué va a suceder contigo?

Cumplirás tu función en este entorno —y de manera magistral—. Servirás de ejemplo sobre aquello que pretendiendo ser perfecto, vale menos que la mierda.

¿Y qué hay de mí?

Eso no te importa.

He desaparecido gradualmente, en una noche hecha por el hombre. No te contarás como uno más de mis recuerdos, y si es así, terminarás por no existir.

Mensajes crípticos… La luna, Morrissey y una canción que ahora más que nunca cobra sentido en mi relato personal:
Speedway, And when you slam down the hammer/ Can you see it in your heart?

Todos los rumores que me mantienen acrecentando, bueno, nunca dije que fueran completamente infundados.

Y si intentas quebrantar mi espíritu,
No lo lograrás.
Pues no hay ya nada qué quebrar.
Lo sé:
No sonreirás de nuevo
Hasta que mi boca esté sellada,
Por siempre, bajo tierra.

Pero, ¿sabes algo?
Todas aquellas mentiras,
Todas esas sucias y viles mentiras
Sobre mí…
No lo eran.

And all those lies
Written lies, twisted lies
Well, they weren’t lies
They weren’t lies
They weren’t lies…

[Considéralo tu epitafio]

Y si el fuego de tu abismo se extingue y dejas de sufrir, cruzaría desde el borde de mi espacio sideral tan sólo para reavivar la mecha.

domingo, diciembre 04, 2005

La pérdida de la conciencia.

En otra histórica sesión de vino, fantasmas ocultos en la memoria y espíritus compartidos, me enfrasqué con Biógrafa Chú a teorizar sobre la finitud. O más bien, sobre el origen de la misma, y sus consecuencias.

¿Hasta qué punto se tensa la 'gran trama' en las historias vivenciales de todos nosotros reventándose, quebrantando ese nudo de vida que conjuga al humano orgánico con un espíritu hiperbóreo, y libera a este último?

¿En verdad lo libera? ¿No sucederá en realidad que el vacío y la pérdida de la conciencia lo convierten en un prisionero de la 'energía cósmica', Un ente sin sentido ni noción de sí, sin recuerdos, sin un testimonio akásico de su paso eventual por la existencia terrena? Una entidad extraviada, perdida, sumida en una búsqueda inútil de sí misma...

De ser así, no hay una mayor diferencia entre la vida tal como la concebimos y lo que acontece cuando ésta termina.