"Desapareceré en la tiniebla
en una noche hecha por el Hombre..."
Michael Green, La Profecía del Cuerno Espiralado.
en una noche hecha por el Hombre..."
Michael Green, La Profecía del Cuerno Espiralado.
Desde el café, sentado frente a un ventanal, aprecié la fúrica tempestad que durante más de dos horas azotó (y asoló) el valle oriental de la Ciudad.
Rayos, relámpagos, truenos estentóreos... Lluvia y viento gélido que calaba los huesos con su impacto.
Y yo feliz, congratulándome por presenciar la escena. (Hubo tanta energía allí como en millones de emisiones de semen).
El suceso logró hacerme evocar un añejo pasaje en un libro del Hagadá: el arrivo de Asallam, el Primer Unicornio, envuelto en un torbellino espiralado. Y con él, el Principio de los Tiempos.
Y desde allí, también pude percatarme cuán pequeño es el orbe, cuando se tienen ideas tran grandes. Sobre todo en un rumbo como éste, con tanto glamour, rostros impecables y prendas majestuosas... El frívolo encanto de la sofisticación que disfraza con egos descomunales a espíritus vacíos.
Y todo con el colmo de la presunción... Para acabar conteniendo la misma mierda.
De algo estoy seguro: jamás cambiaría en mí la posibilidad de maravillarme ante los sucesos más triviales.
Salí del café a mitad de la tormenta, fue orgásmico: caminar solo por esas calles, como el enigmático señor Sommer de Patrick Süskind.
Extraña mezcla de misticismo y 'existencialismo urbano'.