viernes, agosto 25, 2006

In tenebras evanescam.

"Desapareceré en la tiniebla
en una noche hecha por el Hombre..."
Michael Green, La Profecía del Cuerno Espiralado.

Desde el café, sentado frente a un ventanal, aprecié la fúrica tempestad que durante más de dos horas azotó (y asoló) el valle oriental de la Ciudad.

Rayos, relámpagos, truenos estentóreos... Lluvia y viento gélido que calaba los huesos con su impacto.

Y yo feliz, congratulándome por presenciar la escena. (Hubo tanta energía allí como en millones de emisiones de semen).

El suceso logró hacerme evocar un añejo pasaje en un libro del Hagadá: el arrivo de Asallam, el Primer Unicornio, envuelto en un torbellino espiralado. Y con él, el Principio de los Tiempos.

Y desde allí, también pude percatarme cuán pequeño es el orbe, cuando se tienen ideas tran grandes. Sobre todo en un rumbo como éste, con tanto glamour, rostros impecables y prendas majestuosas... El frívolo encanto de la sofisticación que disfraza con egos descomunales a espíritus vacíos.

Y todo con el colmo de la presunción... Para acabar conteniendo la misma mierda.

De algo estoy seguro: jamás cambiaría en mí la posibilidad de maravillarme ante los sucesos más triviales.

Salí del café a mitad de la tormenta, fue orgásmico: caminar solo por esas calles, como el enigmático señor Sommer de Patrick Süskind.

Extraña mezcla de misticismo y 'existencialismo urbano'.