jueves, mayo 11, 2006

These songs of freedom (Hoy, hace 25 años).

"Emancipate yourselves from mental slavery
None but ourselves can free our minds
Wo! Have no fear for atomic energy
Cause none of them can stop the time..."

Bob Marley, Redemption song.


De entre todos los pregoneros, activistas que se han servido de la música para difundir sus posturas de concientización y pseudoprofetas improvisados -me vienen a la mente John Lennon, Bob Geldof y Bono, entre otros sujetos sobrevalorados y nada revolucionarios-, sólo uno me parece tan auténtico como para no encajar en ninguna de estas categorías, sino más bien, constituirse como un verdadero icono y un hito tanto en el ámbito musical como en el sociopolítico:Bob Marley.

Pese a esto, el legítimo mensaje en la música de Marley a favor de la lucha social, en contra la segregación racial, la reivindicación de los Derechos Civiles en los países subdesarrollados, la promoción del Movimiento Rastafari y las aluciones bíblicas pueden quedar en segundo plano cuando uno escucha sus discos y logra fusionarse con el ritmo, con el modo de vocalizar tan particular que tenía y con esa 'energía' que contagia su sonido. (No diría que es exclusivamente reggae, sino una mezcla de varias tendencias que confluían en ese tiempo, incluyendo al punk).

Álbumes como Exodus, Kaya, Survival, Up Rising,Confrontation... Canciones básicas para el anecdotario personal como Revolution, Turn your lights down low, Waiting in vain, Cry to me, War, Misty morning, One love/ People get ready, No woman, no cry, Could you be loved y por supuesto, el que a mi gusto es el mejor track del mítico y 'portentoso' año 1980: Redemption song.

¡Bah! No me había percatado de lo trascendente que me resulta la música de Robert Nesta Marley hasta el momento en que escribo estas líneas y una marejada de datos, vivencias asociativas y noches de fulgor me saturan el cerebro. Sobre todo, Bob Marley me hace tener vigentes a ciertos rastas que he conocido en los últimos años y que con acierto deben ser las personas más nobles y tolerantes que pueda uno toparse. Y aunque resulte difícil explicar en pocas palabras a qué se debe mi predilección, bien puedo aproximarme un poco: porque lo mismo me hace sentir eufórico que calarme en las llagas de una tristeza inaudita.

Si bien es cierto que Marley no fue sólo Redemption song, con sólo haberlo sido, hubiese bastado y sobrado para recordarlo un día como hoy, 25 años después de su deceso físico.

"Won't you have to sing
These songs of freedom?
'Cause all I ever had
Redemption songs.
All I ever had
Redemption songs,
These songs of freedom...
Songs of freedom."

miércoles, mayo 10, 2006

La mujer sin sonrisa.


Alguien cantando alguna canción,
la voz de alguien en la inmensidad
la voz de un ser que canta
la voz de un ser cualquiera
que canta para nadie, tal vez…”

Caetano Veloso & Tania Libertad, Alguien cantando.

Recuerdo a La mujer sin sonrisa sujetándome con fuerza del brazo mientras salíamos a caminar: su paso era veloz y estaba llena de preocupaciones. Me miraba a los ojos y constantemente repetía que “moriría pronto”, y que “no debía llorar cuando sucediera.” Era una mujer solitaria que se encerraba en su recámara para escuchar música, como queriendo traer de vuelta la vida que se le había escapado años atrás, cuando fue más joven.

Tenía una predilección por la world music y el folk al estilo de Caetano Veloso, Simon and Garfunkel, Nana Mouskouri y Herb Alpert, aunque también escuchaba tangos cuando se mostraba más decaída, sobre todo los de Enrique Santos Discépolo.

La observaba todo el tiempo: me impresionaba su presencia. Pensaba muy bien en cada situación antes de actuar, como los gatos que nos enseñó a querer. Recuerdo bien su rostro, su forma de vestir, de hablar, de molestarse, de entristecerse... Pero no recuerdo su sonrisa. La mujer sin sonrisa se había convertido en una sombra, una silueta gris. Sus sueños de joven se hallaban incumplidos y era imposible dar marcha atrás.

Hizo pocos amigos... Los suficientes. Solía decir que “en este mundo existían personas contadas quienes tuvieran algo interesante qué decir.”

Tenía toda la razón.

Sin duda alguna, era un ser lleno de pesar. Representaba a la sacerdotisa en mi ‘Tarot Vivencial’: una mujer dotada de pleno misticismo, intuitiva, prudente, respetuosa y amante del equilibrio natural. Fue el destino, o quizás la suerte, que la recompensó con dos hijos, luego un perro y después dos gatos.

Y eso fue todo.


“La voz de alguien que tiene un corazón
de quien mantiene la pureza
y la naturaleza,
donde no hay pecado ni perdón.”


La tengo presente de forma vívida cada vez que escucho “Alguien cantando”, de Caetano Veloso. La sensación de nostalgia y soledad que infunde la canción muestra ejemplarmente su esencia.

Nada más puedo expresar mediante palabras respecto a ella.

sábado, mayo 06, 2006

Última noche a los 26 años.

"La noche que dejes de plasmar tus ideas por escrito
sólo quedarán rastros de semen detrás de las estrellas."
IvánBarr.

Hoy por la madrugada terminé el primer borrador del relato, cuyos tópicos centrales son:

la Melancolía,
el Horror de los Tiempos,
y luego el Fin del Mundo.

Y ahora me siento liberado.

Debo dejar claro que no todo aquello que escribo me ha dejado satisfecho. En realidad, sólo unos cuantos textos lo han logrado, y de estos, son muy pocos los que se incluyen en la narrativa. No sé hasta qué punto sea una tendencia generalizada, pero a mí me resulta más fácil escribir textos ensayísticos y artículos de fondo que guiones y relatos. Estos últimos me provocan un desgaste enorme, "los sufro y los sangro" tanto como a mis personajes. Me tensan hasta un extremo insufrible.

Puede parecer ridículo, pero en realidad es así. Quizás se deba a que nada de lo que escribo es ficción, sino que siempre me baso en experiencias personales, incluso en sueños y alucinaciones. (Y cuando suceden, dejan de ser ficticios).

No me imagino escribiendo sobre aquello que desconozco, sería una traición a mí mismo.

Desde siempre me han impresionado las obras literarias que producen un siniestro escalofrío, erizándome la piel, o excitándome al punto de la erección fálica y sobre todo, aquellas que logran arrancarme una sonrisa irónica y una carcajada. Son precisamente esos textos los que me han influenciado para tener una 'vida propia' y escribir sobre ella.

Hoy he concluido el relato que me mantuvo inmiscuido en notas y documentos durante varios meses. Es un relato triste, por supuesto, lleno de sarcasmo, plegarias lúbricas y 'pequeñas grandes verdades': es el relato de mi vida a los 26 años.

Luego de esto no quiero escribir textos narrativos similares, a menos que lo ameriten. La vorágine del Tiempo está cambiando el curso de los hechos. Por primera vez en varios años, sobrevendrán sucesos que hace mucho se ausentaron.

Y quiero zambullirme.

Doy gracias por haber leído a Oscar Wilde, a Jelinek, a Leavitt y Hollinghurst, a Houellebecq y Cioran, a Lovecraft, Bécquer, Faulkner y Beckett, a Burroughs y a Bukowsky, a Cunningham, Miller, Highsmith, a White, a Cortázar, a Bradbury, Clarke y a Ballard.

Y ahora, una vuelta de tuerca.

lunes, mayo 01, 2006

The last beat of my heart.


“Majestic, Imperial
A bridge of sighs
Solitude sails
In a wave of forgiveness
On angels' wings…”
Siouxsie and The Banshees,
The last beat of my heart.

De las miles de canciones que se transmiten diariamente en la radio e Internet, cada vez son menos las que ameritan ser escuchadas con atención. Y de éstas, sólo unas cuantas sobreviven a su vigencia temporal, archivándose en la memoria para luego ser valoradas como insignias de ciertas épocas, momentos o circunstancias que conforman el anecdotario personal.

Sin embargo, en este proceso de ‘selección y depuración’ de temas imprescindibles, subsisten unas cuantas canciones que escapan a los cánones comprensibles de la melomanía. Evaden el filtro, se albergan en algún punto incierto de la memoria y aguardan ahí, como ecos apenas audibles. En determinados —y escasos— momentos, recuperan su fuerza original, emergiendo como puntos de fuga, catalizando emociones, tanto como fueron capaces de lograrlo la primera vez.

El tema de Siouxsie and The Banshees constituye un claro ejemplo.

“At the close of day
The sunset cloaks
These words in shadowplay
Here and now, long and loud
My heart cries out
And the naked bone of an echo says
Don't walk away…”

No pretendo explayarme aquí sobre uno de mis grupos dilectos, —que dicho sea de paso, en últimas fechas se encuentra en plena etapa de revaloración por las generaciones más jóvenes—, sino más bien, dejando constancia y un rastro sutil de cómo el track llegó a mí, en el tiempo que mi existencia cobraba vigencia al vagar por las calles de la capital, sin rumbo ni destino definido. Allí estaba Siouxsie entonando su canción por las tardes, al degustar un trago y al abordar el metro, dedicando sus frases a alguien que en mi mundo no existía.

Luego existió, (aunque de una forma muy distinta a la que narra Siouxsie) pero a fin de cuentas se apropió de la canción, y en mi mente jamás podría dejar de relacionar a ambos.

Y finalmente se desvaneció, por un tiempo.

…Pero hay personajes que simplemente no desaparecen así como así de un relato. Constituyen los nexos y testimonios vivenciales de lo que fuimos, lo que perdimos y luego recuperamos, lo que se fue y no debe regresar.

Lo que somos, y lo que está por venir.

Pienso en Biógrafa Chú, en Dañado PostGrunger, en R. El Alquimista y en esos seres básicos que durante estos últimos años han dotado de validez a mi Tiempo.

Por supuesto, también pienso en lo que se siente escuchar a Siouxsie and The Banshees después de la medianoche, ver sus videos noventeros y tenerte cerca de nuevo.

Ya no podrías marcharte. Aunque no estuvieras presente, te traería de vuelta con esta canción.

“Reach out your hands
Don't turn your back
Don't walk away
How in the world
Can I wish for this?
Never to be torn apart
Close to you'
Til the last beat of my heart.”

miércoles, abril 26, 2006

En el puente peatonal.

Me encuentro erguido en el punto medio de un puente peatonal, mirando al vacío: justo bajo mis pies se interceptan dos de las avenidas más transitadas, principalmente por trailers y vehículos de carga, aquellos que te trituran los sesos al menor contacto con sus polvorientas llantas. Es una hora de tráfico dinámico y no hago sino pensar de un modo urticante en cuántos segundos tarda un cuerpo en caer desde este lugar. Más aún, ¿en qué momento de la caída el cuerpo pierde la conciencia? ¿Qué tan atinado sería al calcular la distancia apropiada para lograr un mejor impacto?

Bajo estas condiciones, los cinco metros y veinte centímetros que se levantan entre el asfalto y este punto, ¿me aseguran una muerte segura? ¿O tendré que sobrevivir después de una serie de críticas estadías en hospitales y centros terapéuticos de rehabilitación tan sólo para seguir hastiándome de subsistir en esta lánguida existencia?

Viro la mirada y observo dos pequeñas cruces que se yerguen sujetadas a la baranda; esto me desanima un poco: sea cual fuere el resultado de mi plan, el acto perdería todo sentido de originalidad. (Aún así, las cruces dan testimonio de que los intentos previos fueron consumados con éxito). Llevo varios meses viviendo aquí y estoy harto, frustrado, hasta cierto punto desequilibrado. No soporto más esa sensación de opresión sobre mi pecho, ese cúmulo de angustia que no me deja tranquilo. Súbitamente me agito, salgo a caminar durante horas y horas por la ciudad —como lo hice esta mañana— y al fin me detengo, en cualquier paraje que se antoje exquisito para evadirme de la realidad.

He vivido veinticinco años y bien podría profetizar qué me deparan los próximos veinticinco, que en mi caso, son utópicos: tendré que despertar cada mañana respirando con ansiedad. Tras cada mañana sucederá una tarde, durante la cual seguramente continuaré sintiéndome una sabandija surreal en un mundo tan frívolo y mediocre. Caminaré por calles amplias y polvorientas que nunca terminan, y después caerá una noche, en la que escribiré relatos que a pocos importarán. Qué suplicio.
Entre las montañas soplarán vientos cada vez más tóxicos, y conforme pasen los años, acrecentaré mi nostalgia por los tiempos del futuro que no habré de presenciar...

Pensamientos así me aturden de un modo desordenado mientras pierdo la mirada en un punto cualquiera del asfalto; una mujer de cabello cano se aproxima cruzando el puente peatonal y me pregunta la hora; diviso el reloj: son las cuatro y media de la tarde.

Doy unos pasos y luego me detengo. Maldición, estoy bloqueado. Saco el último de los cigarros mentolados que guardaba celosamente en la mochila y comienzo a fumarlo sin paciencia. Una pipa de combustible se aproxima. ¿Cuánta melancolía necesita acumular un ser humano para sentirse libre? Observo el trayecto de la pipa, debe acercarse a unos noventa kilómetros por hora, cuando menos. Cierro los ojos... Y al final sólo silencio.

Es lo único que queda.

En la vida hay dos clases de días:
los que son malos y los horribles.
El de hoy fue horrible.

domingo, abril 23, 2006

Donde moran las sombras.

¿Te has puesto a pensar cuán dañinos y lacerantes pueden ser los rayos luminosos cuando eres una sombra?

Y sin embargo, sólo así logras valorar a la oscuridad por lo que es, por lo que aporta, porque eres su cómplice y se ha convertido en tu realidad. Porque provee de significado a tu existencia en los rincones de la conciencia, en las noches insomnes de confort aparente, en los parajes oníricos de estos largos días calurosos...

Piensa en la oscuridad más recóndita que puedas concebir, ya sea en lo profundo de una grieta o en un punto perdido del Universo, fuera del alcance de la memoria... ¿Quién habita en ese lugar?

No se me ocurrió pensar que alguna vez cumpliría 26 años. Y ahora que casi los tengo, no soy capaz de sentir, no logro emocionarme más allá de unos segundos. ¿En qué momento dejé de cautivarme por respirar, y todo lo que eso conlleva? Quizás sea porque en realidad cumplo muchos, muchísimos años más.

Estos días vienen a mí cargados de un sentimentalismo inquieto que se preocupa, en vez de ocuparse, por la pérdida de las emociones. De repente, el Tiempo vuelca mi mente y me traslada en cuestión de segundos a lugares y situaciones olvidados, inéditos o imposibles.

Sucedió ayer por la noche, en la fiesta electro/acústica del bar.

Cientos de rostros y cuerpos, entre amigos de siempre, compañeros frecuentes y desconocidos desfilaban frente a mí. Y en medio de la nada, sentía la agonía. ¡Cuántas ganas de gritar, de conocer a alguien, besar y ser lúbrico, como sucedía en otro tiempo! Pero no, simplemente no. Las emociones se ausentaron.

¡Todo es tan patético cuando eres una sombra! Tu vida cobra sentido pero en cambio, las vidas ajenas lo pierden.

Ni siquiera presté atención a la banda ni a los DJ's, aunque los tuve a escasos metros. Mi mente se convirtió en un cóctel de flashbacks y flashdreams: al año 2000, 2001, 2003 y 2004.

Luego por alguna razón, se detuvo y trajo a mí la letra de 'Don't fear the reaper', de los setenteros Blue Oyster Cult,

"All our times have come
Here but now they're gone
Seasons don't fear the reaper
Nor do the wind the sun or the rain..."


Y de inmediato pensé en Ville Valo, en lo buena que resultaba su versión con HIM, y en todas las canciones que incluía ese album de covers, es más, recreé a Ville Valo con todo y su voz perfecta susurrando desde algún punto entre la gente, y luego cantando Don't fear the reaper.


Y en uno de esos jirones, volví a la inmediatez de mi realidad: todo aquello que me emocionó por fracciones de segundo, no existía.


Aunque el Sol se muestra radiante por estas fechas, a algunos sólo nos extiende su velo de escozor. Ansío con premura la época estival.

domingo, abril 16, 2006

La muerte de Dios.

"Jesus died for somebody’s sins...
But not mine."
Patti Smith, Gloria.

El fulgor que desató en ciertos círculos religiosos la reciente aparición del Evangelio de Judas, luego de unos 1,700 años extraviado u oculto, me provoca una sensación de 'estupor espiritual a conveniencia'.

Por un lado, me parece bastante jocosa la ingenuidad de varios pregoneros (católicos, en su mayoría) al considerar el documento histórico como parte 'de un plan premeditado para confundir y extraviar a los cristianos.'

¿Acaso para eso no existe ya la Iglesia Católica? Más aún, siendo ecuménicos y fraternales por un instante -como el profeta nazareno-, ¿Acaso no existe para eso cualquier Iglesia Cristiana?

Lo interesante y quizás propositivo del asunto es que, aunque sea durante unas semanas, mientras las facciones ultraconservadoras cristianas logran silenciar el caso, los medios fijan su atención en un tema más de moda, o Irán hace un berrinche atómico, (lo que suceda primero), continúan circulando exquisitos temas heréticos en el ambiente. Por un instante, términos como 'evangelios apócrifos', 'esenios' y 'gnosticismo' han salido de las Bibliotecas Históricas que pocos frecuentan hoy en día y se han incorporado a la conciencia colectiva.

Quienes desde hace años atrás nos internamos en la senda del gnosticismo, leímos los libros de Nag Hammadi, los de Qumram, el Libro de Enoch y otras prominentes fuentes narrativas (cuyo valor radica precisamente en serlo, no en respetar u ofender determinada tradición dogmática que de inicio es contradictoria y pueril), celebramos que se conozcan dichos testimonios, que se cuestionen, se interpreten, se ponderen y se diluciden. Que cada interesado conozca de primera mano dichos documentos.

Y sólo así, con suerte, pueda llegar a entender por qué la versión alternativa de cualquier relato puede llegar a considerarse herética e incluso, 'peligrosa'.

O qué, ¿no es más congruente creer en un Jesús -concibiéndolo como mero personaje histórico, como judío visionario, como líder espiritual, y no como Salvador Mesiánico ni todas esas interpretaciones tendenciosas y deformadas- que obliga a uno de sus discípulos a traicionarlo, en vez de uno que le anticipa su desgracia eterna?

¿No es más fiable un Jesús que predica "Parte un madero y allí estoy yo, levanta una piedra y me encontrarás"? y el que sentenció "Por lo que a mí se refiere, si ustedes supieran lo que era... Yo soy la Palabra que hizo bailar a todas las cosas y no me avergoncé de ello. Fui yo quien brincó y danzó. Amén."?

Y sobre todas las supercherías, las verdades a medias y la literatura fantástica que plaga a los textos cristianos, tanto a los canónicos como a los apócrifos, ¿no resulta mejor, eficaz e infalible pensar en el Jesús que enunció “El Reino de Dios está dentro de ti y te rodea y Dios no vive en templos de madera o piedra.?

Sea como fuere, resulta cierto que 'no existe peor ciego que aquel que no quiere ver'. Particularmente en México (al ser mi realidad inmediata), este refrán se hace patente. Peor aún, México es un país de ciegos voluntarios. Lo corroboré estos días: atestigué cómo cientos, quizás miles (pero en realidad millones) de fervientes devotos caminaban en solemnes procesiones, rezaban, ayunaban, portaban velas, se arrodillaban ante ídolos de yeso y porcelana, repetían las letanías impuestas hace cientos de años en vez de crear nuevas, escuchaban sermones mediocres de predicadores purpurados, ¡santificaban iconos, representaciones lastimeras de un profeta crucificado hace miles de años!

Y tras atestiguar durante unos minutos dichos montajes curiosos, me percaté de algo: el único ausente era Dios. La idea de Dios ha sido relegada, cuando no aniquilada. ¿Por qué? Porque es más fácil representar a Dios clavado en una cruz, rodeado de cúpulas y reliquias en altares suntuosos, escuchando y obedeciendo a otros Seres Humanos de vestimenta sospechosa y dudosa honorabilidad, que buscándolo y hallándolo en nosotros mismos.


(Para aquellos quienes aún dudaban, este post es una prueba fehaciente de que no sólo escribo sobre semen, melancolía y el fin del mundo. También escribo sobre la degradación espiritual de nuestro Tiempo, entre otras peculiaridades).

jueves, abril 13, 2006

El loco.


Lejos en el tiempo y la distancia.

En uno de los escasos sitios que aún logran apartarse de todo, donde las almas penitentes encuentran regocijo cerca del agua que fluye entre los árboles, observo las estrellas y me ausento.

Justo inmerso en mis pensamientos, me viene a la mente un arcano del Tarot: El Loco, y por alguna razón pienso que no es fruto del azar.

El Loco lleva consigo un fardo, quizás el recuerdo de su existencia, se encuentra dispuesto a internarse en un mundo desconocido (en la iconografía suele ser un abismo, un precipicio, un océano), aunque su fiel acompañante (en este caso, un perro) le advierte que al hacerlo, repercutirá en su devenir.

Sin embargo, no es una carta mala, por el contrario: es sumamente benévola. El loco soy yo, son los espíritus bohemios y absurdos quienes en su sinrazón encuentran paz interna.

Quizás El Loco sea el arcano que defina mejor a nuestros tiempos.

jueves, abril 06, 2006

El Trance.

Un par de vidas,
quince páginas.

Un par de vidas en quince páginas y con ellas, el final de los tiempos. Todo debe suceder de modo ágil y congruente, la tensión debe acrecentarse conforme avanza el relato, allende la angustia, la tétrica oscuridad, las calles exasperadas de tristeza y caos... La melancolía.

El misterio que provoca el confundirse con el Tiempo y luego confundirlo. El llegar a un parque desolado, a una casona derruída, el eternizar una despedida que hace mucho tiempo transcurrió.

La ironía fugaz de las noticias, de los nuevos mitos y del absurdo, de las añejas esperanzas e ilusiones humanas quienes en su afán por conceder sentido a la existencia crearon ídolos y Dioses falsos, gestando batallas y leyendas.

Las criaturas de la noche, la música, un gato gris que trasciende dimensiones. Todos los espectros malditos que andan sueltos en el orbe fueron capaces de sentir alguna vez... Y de querer.

Un último crepúsculo de viento y fuego. En la noche del fin del mundo el viento será púrpura y el fuego será cian. La bóveda celeste proyectará escenas impensables: serán las estrellas colisionando en el Universo.

Espejismos y alucinaciones: en mi vida siempre es medianoche.

Lejos de lo que pudiera pensar el lector, escribir me apasiona, pero además, me perturba. Es como entrar en trance y ser un medium, un intérprete de imágenes, escenas y secuencias que concibo en sueños, en mis ratos de vigilia y ocio, en los viajes de vino y ajenjo y en casi cualquier situación vivida.

Me empeño con esfuerzo por reproducir fielmente y con coherencia todo aquello que concibo, aunque no suele ser fácil. Dado que mis personajes son una suerte de hombres y mujeres ninfómanos, esquizoides, existencialistas, onanistas, bipolares... Suicidas sublimes todos ellos, a veces enfrentarlos presupone un agobio tremendo, impensable.

He ido dejando partes de mí en cada narración.

Y ahora, en quince páginas, dos vidas.

martes, abril 04, 2006

Estados Alterados de Conciencia.

"And one of these nights
You’re gonna show me that you already know
There’s a feast waiting for you
And you’ve never even gotten a taste
It’s later than you think and
A kiss is a terrible thing to waste!"
Meat Loaf, A kiss is a terrible thing to waste.

Cierra los ojos.

Piensa.
Por una vez, el tiempo se detuvo.
Es más... Se fusionó con la eternidad. Ahora no hay 'antes' ni 'después', todo confluye en este preciso instante.

Percibe.
Todo lo que sucede a tu alrededor. El sonido distante del agua que fluye en un caudal cercano, el silbido de los insectos, el espectral juego de sombras que proyectan los arces y los enebros que nos rodean.

Crea.
Un relato para este instante. Luego del crepúsculo sólo nos queda la noche, que por supuesto va muy acorde con nuestro tiempo, en un mundo donde predomina la Oscuridad y la Luz se extingue gradualmente.

Viaja.
Traspólate desde este punto hasta la Finitud. Evoca una canción dilecta (en este caso, A kiss is a terrible thing to waste), retoma el relato del Fin del Mundo y añade esta secuencia, entra en el trance que te perturba, recrea este momento y prolóngalo en tus líneas.

Y luego, siente.
¿Existe algo que otorgue mayor validez a este momento? No.
Le infundiste vigencia a tu vida, grandísimo cabrón. Caminaste bien acompañado unos tres kilómetros hasta que reinó la noche con todo y su luna menguante de Abril. En medio de la carretera, en el trecho más oscuro y solitario, y justo sobre la línea blanca (aquella que divide los carriles), te detuviste, le observaste y sin más, compartiste un buen beso, aquel que libera feromonas, agiliza endorfinas, te estimula, te excita, te erecta y dócilmente te provoca frotar tu cuerpo con el suyo.

Allí, en la carretera. En el punto cero del mundo, sobre la línea que por una vez confabula las historias que se van de las que regresan.

Un beso/Una sucesión de besos ininterrumpidos/Estados Alterados de Conciencia en medio de la carretera.