martes, noviembre 15, 2005

Surcar el horizonte (Una confesión).

I. Sobre los colores en el horizonte

Poco hablo (y aún menos escribo), sobre mis días de niñez, a no ser que estos se vinculen directamente con elementos de la cultura popular, de la que me empapé lo suficiente (sobre todo a nivel musical) para estar agradecido de por vida... Los fabulosos 80's, tan humillados cuando terminaron y tan revalorados recientemente.
Saco este comentario a colación porque últimamente me he cuestionado todo, partiendo de mi propia existencia; hoy es noche de luna llena en noviembre y amerita una introspección, quizás la única imprescindible. La luna se muestra imponente, solitaria en medio del firmamento, rodeada de ese tono celeste que me remite a los años de niñez, a los lápices de colores y esos membretes que ostentaban grabado el nombre preciso de cada color. Al cielo nocturno despejado toca sin duda el 'Azul ultramarino'.
Y en adelante, observar el cielo nocturno, sobre todo el de otoño e invierno, me lleva a establecer la referencia mental de los lápices de colores. Siempre detesté iluminar con colores básicos, primarios. Si bien es cierto que de éstos parten todos los demás, en ese entonces no me importaba. Los odiaba. Odiaba al rojo escarlata, al amarillo canario y al azul cian. No. Prefería los colores con nombres menos comunes, como el malva, añil, carmesí, ocre y guinda. (Incluso recuerdo haber identificado al color 'chedrón'). La mujer sin sonrisa era aficionada a pintar y me los había mostrado todos hacía mucho tiempo, antes de que sus pinturas se desdibujaran por completo y terminaran extraviadas en algún punto del olvido, como sucedió con ella.

Y de ahí, el comentario sobre los nombres de los colores me ha llevado a pensar que de modo metafórico, todos estos años, ha sucedido lo mismo con mi percepción sobre los momentos compartidos: sigo detestando a las personas 'rojas', 'azules', 'verdes', 'rosas', 'naranjas'... Me he recluído en un submundo donde sólo distingo a los cromas inusuales, lo mismo sucede con mi vida afectiva. Por ende, es difícil sobrellevarlo.
¿Existe un Ser 'chedrón' en un mundo de azules y amarillos?

Vuelvo a lo mismo:

Tengo ilusiones de rosas negras, puesto que son las únicas que me hacen sentir bien.

Pero las ilusiones, como las rosas, se marchitan rápidamente, sobre todo si son negras.

II. El horizonte y una canción

El azul ultramarino me remite también a un álbum ochentero de a-ha: Stay on these roads.

Nada mejor que vincularlo con 'este tiempo', más allá de las noches cerúleas. Traigo la voz de Morten Harket impregnada en la mente. El tipo -poseedor de una voz distintiva-, canta en la primera estrofa del tema que da título al álbum,

The cold has a voice
It talks to me
Stillborn, by choice
It airs no need to hold...

Lo que me lleva a pensar en los días que se avecinan, aguardando un tiempo que, situándome en los dominios de la razón, no llegará.

Y continúa,

Stay on these roads
We shall meet, I know
Stay on...My love
We shall meet, I know, I know...

La frase me vulnera: es un anhelo del futuro. Y el futuro no es aliado mío, como no lo es de nadie.

Sólo puedo esperar, observar la luna, escuchar a Morten Harket y confiar en que surcarás el horizonte.

Si una vez cambiaste las tierras de Austro por las de Bóreas, la espera tiene mucha justificación.

Feel the cold
Winter's calling on my home..

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