Un edificio de oficinas, perdido en una de las interminables avenidas que circundan la ciudad. El último piso, improvisado de mala gana como oficina gubernamental, se encuentra pintado con sobrios tonos blanquizcos, dando cuenta de la inercia y el letargo que reinan en el lugar. Allí el tiempo se ha suspendido, el aire no circula, el mobiliario es viejo y desgastado (como también están aquellos individuos que han hecho de ese lugar su sitio de trabajo, cobijando una monotonía de varios lustros y décadas).
En el desánimo cólectivo, sólo dos aspectos permanecen inalterables : la soberbia de los directivos y el conformismo de los empleados.
Suelo ubicarme en una esquina, en espera de que algo distinto suceda, y con el devenir de los meses, la paciencia se ha consumido. Ahora tengo ese síndrome en donde el avance de las horas se vuelve confuso y cada mañana es igual a la anterior, sea ésta en tiempo presente, pasado o futuro. No existe el tiempo ahí. Uno puede pasarse veinte años de la misma forma que como entró el primer día. A juzgar por la opacidad en las miradas de mis compañeros, sé que sienten algo similar, pretendiendo no sentirlo.... Pero callan cabizbajos.
Y pensar que es una historia multiplicada por millones en este planeta...
¿Es éste el sentido de la existencia?
Entonces no vale mucho.
Los únicos alicientes son la música en mis oídos y el breviario portátil, en donde anoté originalmente estas líneas. Nick Cave canta 'Ships song' y me causa lástima, como pensando que no tengo alguien en quién pensar, aunque por otra parte, también es cierto que los tiempos subjuntivos, aquellos que envuelven al 'hubiera' y denotan los deseos, están desapareciendo de mi léxico. ¡El 'hubiera' es tan inútil y tan cruel!
Al fondo de la oficina hay un ventanal que irradia de luz el interior, pero en realidad es algo más que un ventanal: es un símbolo de libertad. Conecta con un balcón donde el aire es fresco y puro. Me hace pensar que aún estando en el infierno, el fuego puede transmitir consuelo.
Salgo a ese balcón y por un instante, pienso en el asfalto, y en los siete metros que me separan de él, y entonces, por una vez, pienso en cuán probables son las posibilidades de que suceda algo distinto...
En el desánimo cólectivo, sólo dos aspectos permanecen inalterables : la soberbia de los directivos y el conformismo de los empleados.
Suelo ubicarme en una esquina, en espera de que algo distinto suceda, y con el devenir de los meses, la paciencia se ha consumido. Ahora tengo ese síndrome en donde el avance de las horas se vuelve confuso y cada mañana es igual a la anterior, sea ésta en tiempo presente, pasado o futuro. No existe el tiempo ahí. Uno puede pasarse veinte años de la misma forma que como entró el primer día. A juzgar por la opacidad en las miradas de mis compañeros, sé que sienten algo similar, pretendiendo no sentirlo.... Pero callan cabizbajos.
Y pensar que es una historia multiplicada por millones en este planeta...
¿Es éste el sentido de la existencia?
Entonces no vale mucho.
Los únicos alicientes son la música en mis oídos y el breviario portátil, en donde anoté originalmente estas líneas. Nick Cave canta 'Ships song' y me causa lástima, como pensando que no tengo alguien en quién pensar, aunque por otra parte, también es cierto que los tiempos subjuntivos, aquellos que envuelven al 'hubiera' y denotan los deseos, están desapareciendo de mi léxico. ¡El 'hubiera' es tan inútil y tan cruel!
Al fondo de la oficina hay un ventanal que irradia de luz el interior, pero en realidad es algo más que un ventanal: es un símbolo de libertad. Conecta con un balcón donde el aire es fresco y puro. Me hace pensar que aún estando en el infierno, el fuego puede transmitir consuelo.
Salgo a ese balcón y por un instante, pienso en el asfalto, y en los siete metros que me separan de él, y entonces, por una vez, pienso en cuán probables son las posibilidades de que suceda algo distinto...
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