domingo, julio 31, 2005

Hope Sandoval.


"Into dust
Like two strangers
Turning into dust
Til my hand shook away the fear
I could possibly be fading
Or have something more to gain..."
Hope Sandoval
Voz Perfecta # 13

sábado, julio 30, 2005

Pensamientos inocuos.

El fin de semana fui víctima de la peor resaca en varios meses. Todo comenzó el jueves con una migraña fulminante, de modo que mi primer gran desvarío no fue debido al alcohol, sino a la acumulación de medicamentos contra el dolor de cabeza disueltos en la sangre: Ibuprofeno, paracetamol, diclofenaco sódico, ketorolaco... Un banquete suculento para las neuronas moribundas.
Lo interesante cuando el dolor comienza a disiparse es que me vuelve hipersensible a cualquier alteración, y mis pensamientos fluyen de un modo tan desordenado como en los movimientos de cámara en las películas de Lars von Trïer. Estuve pensando por más de media hora por qué las últimas personas con quienes he salido a tomar algo, pretendiendo establecer una relación sexual/emotiva padecen el complejo de creerse Velma Kelly o Sally Bowles (o un híbrido entre ambas).
Pese al malestar, poco me importó estar convaleciente de la migraña y me largué a tomar vino y cerveza. Eventualmente, fue una mala idea, pésima. Enciendo la TV y escucho un reportaje sobre el Culto a la Muerte. Nada pudo haberme descrito mejor este fin de semana.

domingo, julio 24, 2005

En el vórtice.

Es la noche más ventosa en lo que va del año. Corre un viento desbocado, sus rachas han tapizado el césped y los andadores de hojas secas y amarillentas.
Me encuentro sentado en la banca más alejada del parque, solitario. Los distantes sonidos urbanos se mezclan con los arbóreos, produciendo un silbido siniestro, que por supuesto, resulta acogedor.
Las lámparas del alumbrado público se apagan por momentos, y esto remata de extrañeza a la escena.
Conozco bien este parque, tanto por sus leyendas como por los recuerdos personales. He venido aquí desde que tengo memoria, y a pesar de que sus dimensiones han permanecido intactas, pareciera más estrecho ahora en relación con los días de los tempranos años ochenta.
Aquí aprendí a andar en bicicleta, y me atrevería a decir que también aquí a caminar solo, en los tiempos en que aún se observaban globos aerostáticos surcando el cielo serrano. La mujer sin sonrisa sujetaba con fuerza mi mano, me atravesaba la calle y al llegar al parque me soltaba: así tomé posesión del mundo, con todos los males y achaques que por entonces ya implicaba.
Incluso podría evocar las canciones de aquellos días, Don't stop believin' de Journey en la radio.
El diseño del parque es circular, tiene un kiosco al centro y alrededor de éste varios andadores concéntricos.
He venido aquí en cada tiempo de mi existencia. He recorrido cada andador partiendo desde el kiosco, como una metáfora de mi vida. Tantas canciones, tantas personas que me han acompañado, y al final, sólo yo.
Así fue con mi hermano, 18 and life, con la amiga de los unicornios, y después, cuando llegó el tiempo de las sombras, Turn my head y las plegarias astutas Call me a dog.
Silencio. Idilios engañosos: las noches de semen compartido, All is full of love.
Y entonces sobrevino el vacío, las despedidas, el exilio, My bad cover version of love y los instantes imposibles, cuando añoraba este lugar, y al mismo tiempo, visitaba muchos parques, en tantos sitios alejados...
Ahora estoy de nuevo aquí, sentado en la banca más distante. Por el momento, traigo en mente Everybody's gotta learn sometime, de Beck.
¿Qué sigue?
He adquirido una habilidad furtiva por asumir con gusto esas etapas cuando el viento azota, arrasa y nos traspola, muy similar a lo que Maruja Torres describió como "anhelar estar cubiertos por la tierra."
Es en noches como ésta cuando me doy el gusto de odiarme a mí mismo, sólo por existir.
Quién sabe, tal vez no sea por mucho tiempo.

sábado, julio 23, 2005

Lisa Gerrard.


"Through the surrender of mind and flesh we find sacrifice.
Through sacrifice we understand our birthright;
the ability to love absolutely."
Lisa Gerrard
Voz perfecta # 12.

viernes, julio 22, 2005

"Parsley, sage, rosemary and thyme..."

Esta tarde me he puesto a escuchar discos viejos, y entre ellos, al que ocupa el sitio primigenio en mi memoria: el soundtrack de The Graduate, de 1967.
Me quedé dormido
Entre sueños, visualicé a una mujer que me llamaba y sabía todo sobre mí. Se sentó a un lado de la cama y se quedó observándome, pasmada. A decir de su semblante, tenía algo más de 50 años, pero sobre su espalda cargaba cuando menos, el triple de melancolía.
Se recostó a un costado, al tiempo que la versión de Scarborough Fair de Simon & Garfunkel comenzaba.
La atmósfera se infundió de una tranquilidad solemne, el tiempo parecía estático: pasado, presente y con suerte hasta futuro convergían en un mismo instante.
Los arreglos sesenteros de la versión, otrora un cántico vulgar del medievo, acompasaban con armonía pausible la escena.
De súbito, la mujer se incorporó y avanzó en dirección a la puerta de la recámara. Antes de salir volteó y me observó de nuevo, y entonces desperté.
No fue un sueño: frente a mí estaba La mujer sin sonrisa, y como es su costumbre, guardaba silencio.

jueves, julio 21, 2005

El hombre que quiso ser Morrissey: pistas para el final.

Ideé el desenlace de un relato desde hace varios años, si no es que fue lo primero que escribí. Un suicidio simple me resultaba demasiado tordinario, incluso aburrido. (De cierta forma, al ser el personaje principal una suerte de víctima y a la vez, cómplice del fin de los tiempos, no resultaba nada original suicidarlo). Ya bastante tuvo con destruir su "lado afectivo", perdiendo a su incauto y palurdo compañero sentimental durante una sesión de sadismo.
No. No resultaba congruente. Ni siquiera cubrirlo de sangre y luego escupirle semen. Ni que Dios lo maldijera pues hace mucho que había muerto (Dios, por supuesto) y pocos lo tenían presente como mera leyenda urbana.
El primer indicio para concluir el relato provino de una fuente muy lejana al tono del discurso que pretendo manejar: un poema de Michael Ende.
Ende, como Beagle y Tolkien (incluso como K. Dick, Clarke y Ballard), utilizaba aforismos magistrales, capaces de crear atmósferas y mundos etereos muy complejos a partir de figuras simbólicas sencillas y asimilabes. Siempre me ha parecido que ésta es la clave de la narrativa contemporánea: envolver al lector hasta hacerlo partícipe del relato, mediante un discurso sencillo, pero capaz de convocar una emotividad complicada, que se deconstruya a sí misma.
Va pues la estrofa que me ha inspirado a escribir el final, con toda la bonhomía de Michael Ende:
"Por los confines del mundo
cantando camina solo...
Hasta perderse."
"El peregrino"
(de Ende por supuesto, porque el de Coelho, jamás).
Lo interesante del asunto es infundir una ácida sensación de angustia y melancolía latente en el relato. He allí mi meta. Con una canción de los Smiths en la voz de Morrissey se justifica todo...
"Take me out tonight
Where there's music and there's people
And they're young and alive
Driving in your car
I never never want to go home
Because I haven't got one
Anymore...
There is a light that never goes out,
There is a light that never goes out,
There is a light that never goes out..."

martes, julio 19, 2005

El Espíritu bucólico.

He pasado estos dos días merodeando en los alrededores boscosos de la ciudad. Justo en medio de la Niebla, me percato que nunca es suficiente para cubrirnos a nosotros mismos. ¡A veces es tan necesario hacerlo!

Las imágenes campestres me producen una sensación de paz interna, equiparable únicamente con esos contados segundos de éxtasis en que acontece una eyaculación. Lo patético del asunto, es que sólo hay vacas y borregos en las cercanías, (y aún no soy tan despreocupado como para carecer del prejuicio de zoofilia). Aún en estas latitudes, tan alejadas de la 'incivilización', siento lástima por el mundo: ni siquiera acá uno puede librarse de esos siniestros y asexuados santos y vírgenes católicos, tan abundantes en este país. Lo mismo a las orillas de las veredas, que en la cima de los montes, están presentes. Esto, lejos de demostrar que Dios está en todas partes, más bien es una prueba de que la burocracia celestial se ha enajenado los sitios placenteros. Debería darles pena.

Escucho el disco unplugged de The Gathering, me recuesto sobre el pasto y pienso en sexo. Lo necesito. Y mañana, necesitaré sexo y cigarrillos. Y pasado mañana, sexo, cigarrillos y un atole caliente. Dios, nunca estamos satisfechos.

Urdiré en mi subconsciente para ver qué sueños lascivos puedo crear antes del Fin del Mundo.

viernes, julio 15, 2005

Constelaciones veraniegas.

La silueta de la luna muestra sólo una mitad, como si la otra hubiese sido comida por algún ente sideral hambriento de ilusiones. Y alrededor de ésta, deambulan estrellas, una por cada orgasmo, por cada crónica bifálica que se urde cada noche.
Alzo la mirada y las observo, ¿qué llevó a los griegos de la Edad Antigua a encontrar figuras en la disposición de las estrellas?
Fantasías, ansias por glorificar héroes, por crear mitos...
Felaciones.
Y entonces alguien viene y se postra frente a mí, su estatura es perfecta y ni qué decir de su semblante; comenzamos a besarnos en medio de un tumulto de ravers, poco me importa el mundo ya y por el contrario, me excita bastante el voyeur. Pronto entramos en acción. Tomo la iniciativa, luego me lame, me muerde, me engulle, me vengo... ¡Grrrrrrrrrr!
Ilusiones, sólo eso.
Ese alguien no existe.
Son estos pensamientos los que hace cientos de años llevaron a los hombres a imaginar figuras entre las estrellas.

martes, julio 12, 2005

La vacuidad: tres escenas, tres canciones.


Puertas y ventanas cerrándose, pasos que se alejan, el asfalto frío… Sombras llorando...

Sobre la faz de la Tierra, no existe lugar alguno que pueda compararse con La Ciudad de Todas-Las-Cosas, porque de hecho, no existe otro lugar. En caso de que un forastero, un extranjero o un simple turista arribara procedente de un orbe lejano, se extrañaría del nombre, pero hasta ahora, no ha ocurrido. Nadie es ajeno a esta metrópoli, pues La Ciudad de Todas-Las-Cosas es inmensa. Abarca todos los océanos, ríos, montañas, bosques, desiertos, razas, etnias, animales, lenguas, culturas, ideas, anhelos, pensamientos, sensaciones, sonidos, ruidos y silencios; todo aquello que tenga un nombre —sea perceptible o no—, se encuentra en esta urbe.

De entre sus múltiples habitantes, sobresalen por su singular capacidad de experimentar la agonía física, emocional y espiritual, los humanos. Son seres autómatas que viven muriendo, de las formas más curiosas. Se consuelan durmiendo un poco, mas durante sus horas de vigilia hablan, escuchan, abren y cierran puertas y ventanas, navegan, recorren estrechas calles que suben, bajan y serpentean el terreno sinuoso sobre el que se asienta la ciudad.

Hace muchos siglos, alguien mencionó que La Ciudad de Todas-Las-Cosas era un enorme laberinto, que no llevaba a ningún lugar. Tanto su origen, como su destino, eran incomprensibles para los seres que la habitaban. Durante miles de años, un puñado de hombres y mujeres dedicaron varias de sus vidas a encontrar una salida, pero nunca lográronlo. Esto provocó que se perdiera el interés por escapar y en cambio, todos se conformaran con subsistir en su interior.

Así hemos involucionado: siendo cómplices del tiempo. Sin embargo, fue hasta hace poco cuando intuí que podía hallar una salida…

Escena 1: Melancolía allá afuera

Paredes blancas, amarillas y azules, coloridos objetos de cerámica, imágenes suprematistas... Pero en el fondo, todo es gris (el mundo es gris). Basta que Sjön descorra la persiana de su oficina y se asome por la ventana que da a la calle, para que divise a la realidad: jóvenes caminando en varias direcciones cruzan sus miradas, sin hablar. El viento deja caer a las hojas, y abre paso a la melancolía; un gato pequeño muere de hambre y frío en una esquina.

Sjön se postra frente a la pantalla el monitor y cierra los ojos, trata de sentirse ausente: del agobio laboral, de sí mismo.

Por un instante, funde su espíritu en la estrofa de una canción:

In this proud land we grew up strong
we were wanted all along
I was taught to fight,
taught to win
I never thought I could fail…

Peter Gabriel & Kate Bush, Don´t give up.

Escena 2:El vacío interior

El caos vial se hace presente en una de las millones de avenidas que entrecruzan a La Ciudad de Todas-Las-Cosas. (¡Bah! Como si alguien se pusiese a pensar en las angustiantes historias que acontecen diariamente a las almas en pena que las habitan…)

Chú se encuentra allí, “varada” en la enorme fila de vehículos que no avanzan ni retroceden. Intranquila, apaga su cigarrillo e inclina la cabeza sobre el volante. Por un momento le invade la idea de que todos los días de su existencia han estado vacíos, y los que resten, también lo estarán.

Escucha la melodía que emana del autoestéro y se deja llevar…

I've been looking for a savior in these dirty streets
Looking for a savior beneath these dirty sheets
I've been raising up my hands
Drive another nail in
Just what God needs
One more victim.
Tori Amos, Crucify.

Escena 3: La salida

Solitario, camino en una ladera boscosa después de la medianoche. Las luces de La Ciudad de Todas-Las-Cosas van quedando atrás; las sombras de Sjön y de Chú, se han difuminado, convirtiéndose en sombras.

Mis pies tienen llagas de tanto caminar. Miro atrás y un vacío inescrutable me acecha. A medida que avanzo, el volumen en mis audífonos aumenta: ya no soy capaz de diferenciar la realidad de la ficción. El cansancio me agobia y entonces me desplomo sobre un páramo frío. Duermo por unos instantes, mientras la voz de Siouxsie Sioux me secuestra.

Majestic, imperial
A bridge of sighs,
Solitude sails
In a wave of forgiveness...
Siouxsie and The Banshees, The last beat of my heart.


Para cuando despierte, el mundo habrá quedado atrás. El matiz de los días grises se irá cubriendo de un infinito cian:

Habré encontrado la salida.

lunes, julio 11, 2005

Liz Fraser.


"I still have a world of me-ness to fulfill
I still have a life, and it's a rich one even with mourning
Even with grief and sadness..."

Liz Fraser.
Voz perfecta # 11.

sábado, julio 09, 2005

El balcón de los delirios.

Existe en la ciudad un punto de reunión muy céntrico, no para el común de los transeúntes sino más bien, para un grupo de amigos muy cercanos, todos ellos gente de paso. Desde allí pueden contemplarse terrazas, azoteas, edificios, lagos, calles avenidas, tiendas y algunas zonas boscosas.
Creo que es uno de los sitios escasos en donde cobra relevancia el aquí y el ahora, como un hecho lúdico y enajenable.
Fumar cualquier sustancia desde allí, en medio del todo y la nada, de la cotidianidad, de los momentos de placer que dan sentido a la vacuidad, de los puntos álgidos de la monotonía, simplemente otorga validez a los días en esta ciudad.
Incluso las buenas historias, que son escasas, pero existen, pueden venir a la mente desde allí. Las malas, por supuesto, siempre vendrán desde cualquier punto.
El balcón de los delirios, como lo llamo, resulta un paraje suspendido en el tiempo, dentro del mundo-de-todos, que a fin de cuentas, no pertenece a nadie, ni siquiera a uno mismo... O a las sombras, cuando mucho.

jueves, julio 07, 2005

Panic on the streets of London, 07 07.

"London calling to the faraway towns
Now war is declared - and battle come down
London calling to the underworld
Come out of the cupboard,you boys and girls..."
The Clash, London calling.


La chica observó las ruinas bajo sus pies, otrora, monumentos de los días en que los humanos rezaban bajo cúpulas doradas y se besaban en las calles. Ahora sólo eran tumbas: mórbidos cementerios improvisados en los parques. Nadie se habría atrevido a bajar al subterráneo, pues el hedor de la muerte se volvía insportable mientras más se descendía. El Támesis despedía vapores verduzcos, y al fondo, los resquicios de iglesias y palacios ensombrecían la escena.
un chico de unos 14 años se acercaba caminando, como sumido en un trance; se detuvo ante ella y le susurró al oído:
-Espera la señal: un clamor que provenga de todos los pueblos y de ninguno. No será el final, sino apenas el principio.
Luego de un día de algarabía, sigue uno de agonía. Así era el mundo entonces, y así será, de ahora en adelante.
Ella lo miró con lástima y prosiguió su camino pisando antiguas reliquias que ya a nadie importaban.

miércoles, julio 06, 2005

Portishead: Música para tardes grises.


“Porque todo lo que he dejado son mis recuerdos del ayer,
oh, en estos tiempos ácidos…”

Portishead, Sour Times.

I. La música que se escucha minutos antes del amanecer

En primer término, debo agradecer a Beth Gibbons el haber dado sentido con su voz a mis habituales noches de insomnio a mediados de los 90’s. Y es que por mucho, Dummy —primer álbum de Portishead— debería de contarse entre esos objetos generacionales de culto que se encuentran en proceso de canonización, propuesto por la enorme cantidad de freaks bipolares, treintañeros deprimidos y púberes revisionistas en busca de una melancolía justificada.

De Dummy tengo entrañables recuerdos: llegó a mis manos una tarde brumosa de 1996, dos años después de su lanzamiento, y a partir de entonces recorrió cientos de kilómetros en mi discman, durante los meses siguientes. El sonido letárgico —mezcla de una serie de samples, beats lánguidos y suaves scratches— que con el tiempo recibirían el mote de Trip Hop haciendo del grupo un hito, junto con Tricky, Massive Attack y Broadcast, entre otros, me sirvió de banda sonora para salir a caminar durante las tardes grises; no sé hasta qué punto la música haya influenciado a la atmósfera o viceversa, pero ahora que traigo a la mente esa etapa —“los tiempos ácidos”—, no concibo haber salido de casa sin el susodicho disco. La fórmula creada por la guitarra de Adrian Hutley, las programaciones de Dave McDonald, la sincronización de mezclas de Geoff Barrow y la voz y letras de Beth Gibbons dieron como resultado un paliativo perfecto para los hambrientos de angustia y soledad. Escuchar Dummy era sumergirse en un sueño de la experimentación minimalista, salpicado con toques de jazz, blues y sonido de cabaret de los años 30´s. Todo cabía en una sola obra, donde cada track, de Mysterons a Wandering, de It´s a fire a Glory Box, revelaba una percepción intimista y llena de pesar que logró nutrir a más de uno.

II. Los lamentos tras sobrevivir el día

“Los sueños y la confianza se han marchado,
el tiempo y la vida misma siguen adelante…”
Half day closing
, Portishead.

Tres años separan a Dummy de Portishead, el segundo álbum de los de Bristol que apareció en 1997. Para ese entonces mis estados de ánimo se habían acentuado: ya no escuchaba al grupo por simpatía sino más bien como terapia. El álbum comienza de modo magistral, con ágiles beats que se diluyen hasta simular latidos y luego la voz de Beth cantando “Did you sweep us far from your feet…” Era tan sólo el preludio de lo que se escuchaba durante un poco más de 50 minutos distribuidos en once tracks, en donde el “universo Portishead” (término con el que bauticé a la sensación de escuchar la música del grupo) mostraba una producción más elaborada, más oscura y personal. Beth entonaba mórbidos temas en torno a la soledad, a la impotencia del ser…Al amor perdido, quizás inexistente.

Luego de escuchar este segundo disco no me quedaba duda que las dramáticas interpretaciones de Portishead se erguían como una pálida semblanza de mis días, que no eran distintos a los vividos por miles de conciencias más.

III. La noche y una voz en medio del vacío

Imponente, alucinante, espléndida, soberbia… Así se muestra Beth Gibbons en en el álbum NYC Roseland (tercero en la discografía general y primero en vivo). Para quienes creímos haber escuchado todo con respecto a esta agrupación, grande fue la sorpresa de recibir el disco en 1998. La voz de Beth complementada tanto con la ejecución electrónica del resto de los integrantes como con la Orquesta Filarmónica de Nueva York es una imagen que se antoja épica… Orgásmica.

La conjunción perfecta de sonidos sintéticos, cuidadosas lecturas de partitura y acertadas vocalizaciones de la cantante llevan al escucha hacia una catarsis colectiva y por ende, introspectiva. Una sensación de estremecer emociones y sentidos, todo en una escena donde la noche cae sobre Roseland, NY, como aparentemente sucede con el virtuosismo que son capaces de crear en conjunto los miembros de Portishead —quienes, cabe decir, han creado proyectos alternos en solitario—, pues a seis años de ese tercer álbum y con una permanente expectativa de fervientes seguidores que nos dejamos impresionar, no parecen brindar una clara muestra de su regreso.

Para quienes pasamos la post-adolescencia y pre-juventud (sea cualquiera el significado de estos términos) desde mediados de los noventa, las tardes grises prevalecen, como también los lamentos tras sobrevivir el día y las noches en medio del vacío, pero, ¿en dónde quedó Portishead para ayudarnos a sobrellevar esos momentos?
En los tiempos donde las propuestas de la música electrónica han invadido al mainstream, hace falta Portishead aportando un toque de coherencia al espectro musical.

Tracy Chapman.


"There is fiction in the space between, you and reality,
you will do and say anything
to make your everyday life seem less mundane..."
Tracy Chapman. Voz Perfecta # 10

domingo, julio 03, 2005

Objetos, instantes, canciones.

De la capacidad de evocar de los humanos:
Esta tarde de vientos fríos he visto cómo el azul se convirtió en gris sobre la bóveda celeste, y después en negro. Y los tonos verduzcos sobre las montañas cambiaban constantemente.
Todo, mientras yo era una plasta en mi habitación, recorriendo con la vista cada rinconcillo y aspirando el incienso a copal: allí estaban los objetos, las fotografías, el estéreo con la música de Philip Glass, el libro de Bolaño en una esquina de la cama, y mi gato echado sobre él.
El viento arreciaba y sacudía las cortinas. La tarde fue perfecta.
A excepción que de repente, percibo que el espacio es demasiado amplio para mí. Fuck!, echo de menos esos momentos en que un humano se encuentra bien compañado, abrazando a alguien más.
Por lo demás, no cambio nada.

sábado, julio 02, 2005

Histórico/Orgásmico: El día de Live 8.

A menudo me pregunto por qué diablos no tenía pleno uso de conciencia cuando se celebró el Live Aid, el 13 de julio de 1985. Me he tenido que conformar con comprarme el concierto 19 años después y ver reunidos en un mismo escenario a Queen, David Bowie, U2, The Police, Adam Ant, y otros tantos personajes de música adictiva.
Al menos hoy, 20 años después, el adeudo ha sido saldado.
Pasé prácticamente todo el día viendo el Live 8.
Orgásmico. La voz de Sarah McLachlan mejor que nunca, Chris Martin poseído, Richard Ashcroft catártico.. y eso sólo era el comienzo.
Al final vino el plato fuerte: allí estaba Pink Floyd, cantando "Wish you were here."
Sin duda, uno de esos ratos que el mundo vale la pena por un instante.

viernes, julio 01, 2005

Opinión sobre Memín Pinguín.

Resulta de todo punto absurdo y soez que el gobierno de los Estados Unidos de América considere a Memín Pinguín, personaje crucial de la historieta mexicana, como una ofensa para la comunidad afroamericana. En tales asuntos baladíes se las gastan aquellos quienes armaron la revuelta injustificada de Iraq y cuando menos, otra veintena de incursiones bélicas.
Como dijera Elton John, "¿pero qué otra cosa se puede esperar del país que vio nacer a Ralph Lauren?"