martes, julio 12, 2005

La vacuidad: tres escenas, tres canciones.


Puertas y ventanas cerrándose, pasos que se alejan, el asfalto frío… Sombras llorando...

Sobre la faz de la Tierra, no existe lugar alguno que pueda compararse con La Ciudad de Todas-Las-Cosas, porque de hecho, no existe otro lugar. En caso de que un forastero, un extranjero o un simple turista arribara procedente de un orbe lejano, se extrañaría del nombre, pero hasta ahora, no ha ocurrido. Nadie es ajeno a esta metrópoli, pues La Ciudad de Todas-Las-Cosas es inmensa. Abarca todos los océanos, ríos, montañas, bosques, desiertos, razas, etnias, animales, lenguas, culturas, ideas, anhelos, pensamientos, sensaciones, sonidos, ruidos y silencios; todo aquello que tenga un nombre —sea perceptible o no—, se encuentra en esta urbe.

De entre sus múltiples habitantes, sobresalen por su singular capacidad de experimentar la agonía física, emocional y espiritual, los humanos. Son seres autómatas que viven muriendo, de las formas más curiosas. Se consuelan durmiendo un poco, mas durante sus horas de vigilia hablan, escuchan, abren y cierran puertas y ventanas, navegan, recorren estrechas calles que suben, bajan y serpentean el terreno sinuoso sobre el que se asienta la ciudad.

Hace muchos siglos, alguien mencionó que La Ciudad de Todas-Las-Cosas era un enorme laberinto, que no llevaba a ningún lugar. Tanto su origen, como su destino, eran incomprensibles para los seres que la habitaban. Durante miles de años, un puñado de hombres y mujeres dedicaron varias de sus vidas a encontrar una salida, pero nunca lográronlo. Esto provocó que se perdiera el interés por escapar y en cambio, todos se conformaran con subsistir en su interior.

Así hemos involucionado: siendo cómplices del tiempo. Sin embargo, fue hasta hace poco cuando intuí que podía hallar una salida…

Escena 1: Melancolía allá afuera

Paredes blancas, amarillas y azules, coloridos objetos de cerámica, imágenes suprematistas... Pero en el fondo, todo es gris (el mundo es gris). Basta que Sjön descorra la persiana de su oficina y se asome por la ventana que da a la calle, para que divise a la realidad: jóvenes caminando en varias direcciones cruzan sus miradas, sin hablar. El viento deja caer a las hojas, y abre paso a la melancolía; un gato pequeño muere de hambre y frío en una esquina.

Sjön se postra frente a la pantalla el monitor y cierra los ojos, trata de sentirse ausente: del agobio laboral, de sí mismo.

Por un instante, funde su espíritu en la estrofa de una canción:

In this proud land we grew up strong
we were wanted all along
I was taught to fight,
taught to win
I never thought I could fail…

Peter Gabriel & Kate Bush, Don´t give up.

Escena 2:El vacío interior

El caos vial se hace presente en una de las millones de avenidas que entrecruzan a La Ciudad de Todas-Las-Cosas. (¡Bah! Como si alguien se pusiese a pensar en las angustiantes historias que acontecen diariamente a las almas en pena que las habitan…)

Chú se encuentra allí, “varada” en la enorme fila de vehículos que no avanzan ni retroceden. Intranquila, apaga su cigarrillo e inclina la cabeza sobre el volante. Por un momento le invade la idea de que todos los días de su existencia han estado vacíos, y los que resten, también lo estarán.

Escucha la melodía que emana del autoestéro y se deja llevar…

I've been looking for a savior in these dirty streets
Looking for a savior beneath these dirty sheets
I've been raising up my hands
Drive another nail in
Just what God needs
One more victim.
Tori Amos, Crucify.

Escena 3: La salida

Solitario, camino en una ladera boscosa después de la medianoche. Las luces de La Ciudad de Todas-Las-Cosas van quedando atrás; las sombras de Sjön y de Chú, se han difuminado, convirtiéndose en sombras.

Mis pies tienen llagas de tanto caminar. Miro atrás y un vacío inescrutable me acecha. A medida que avanzo, el volumen en mis audífonos aumenta: ya no soy capaz de diferenciar la realidad de la ficción. El cansancio me agobia y entonces me desplomo sobre un páramo frío. Duermo por unos instantes, mientras la voz de Siouxsie Sioux me secuestra.

Majestic, imperial
A bridge of sighs,
Solitude sails
In a wave of forgiveness...
Siouxsie and The Banshees, The last beat of my heart.


Para cuando despierte, el mundo habrá quedado atrás. El matiz de los días grises se irá cubriendo de un infinito cian:

Habré encontrado la salida.

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