sábado, julio 30, 2005

Pensamientos inocuos.

El fin de semana fui víctima de la peor resaca en varios meses. Todo comenzó el jueves con una migraña fulminante, de modo que mi primer gran desvarío no fue debido al alcohol, sino a la acumulación de medicamentos contra el dolor de cabeza disueltos en la sangre: Ibuprofeno, paracetamol, diclofenaco sódico, ketorolaco... Un banquete suculento para las neuronas moribundas.
Lo interesante cuando el dolor comienza a disiparse es que me vuelve hipersensible a cualquier alteración, y mis pensamientos fluyen de un modo tan desordenado como en los movimientos de cámara en las películas de Lars von Trïer. Estuve pensando por más de media hora por qué las últimas personas con quienes he salido a tomar algo, pretendiendo establecer una relación sexual/emotiva padecen el complejo de creerse Velma Kelly o Sally Bowles (o un híbrido entre ambas).
Pese al malestar, poco me importó estar convaleciente de la migraña y me largué a tomar vino y cerveza. Eventualmente, fue una mala idea, pésima. Enciendo la TV y escucho un reportaje sobre el Culto a la Muerte. Nada pudo haberme descrito mejor este fin de semana.

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