De la capacidad de evocar de los humanos:
Esta tarde de vientos fríos he visto cómo el azul se convirtió en gris sobre la bóveda celeste, y después en negro. Y los tonos verduzcos sobre las montañas cambiaban constantemente.
Todo, mientras yo era una plasta en mi habitación, recorriendo con la vista cada rinconcillo y aspirando el incienso a copal: allí estaban los objetos, las fotografías, el estéreo con la música de Philip Glass, el libro de Bolaño en una esquina de la cama, y mi gato echado sobre él.
El viento arreciaba y sacudía las cortinas. La tarde fue perfecta.
A excepción que de repente, percibo que el espacio es demasiado amplio para mí. Fuck!, echo de menos esos momentos en que un humano se encuentra bien compañado, abrazando a alguien más.
Por lo demás, no cambio nada.
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