He venido a "turistear" al pueblo de mis abuelos, lleno de fantasmas -muchos de ellos aún viven-. Estoy sentado en la banqueta, al pie de la entrada del Banco en una de las esquinas del centro, divisando una escena típica mexicana: casonas pintorescas de doble altura y con zaguanes enormes sirven de fondo al caminar apresurado de las marchantas con sus vendimias; olor a café tostado, humedad que cala hasta los huesos... Se ha soltado otra tormenta que bien podría servir de preludio al Final de los Tiempos. Come, Armageddon, come!!
Truenos, relámpagos, lluvias torrenciales... Todo tan ameno.
Mi ubicación en este sitio no es del todo aleatoria, sino más bien, obedece a dos motivos. El primero y más anodino es que aquí me tomó por sopresa el aguacero. El segundo, tiene un curioso valor anecdótico: hace unos veinte años pasé por aquí de mano de La antigua Serpiente, quien me condujo hacia la calle y se persignó, evitando este tramo de banqueta. El suceso, a simple vista una mera muestra del arraigado folclore religioso, no lo era tanto: en esta esquina, y muy probablemente bajo las mismas vigas enmohecidas que sostiene la guadera, se colgaba a los traidores durante la revolución, hace noventa y tantos años. Con suerte, alguna hebra de aquellas sogas logra colarse en estas líneas.
Siniestro, pero verídico al fin.
La tormenta no tiene para cuando apaciguarse.
Echo un vistazo al periódico, la sección de Cultura de El Universal aborda atinadamente el tema de los blogs. ¿Emerge un nuevo género literario? Más bien creo que constituye un nuevo medio para publicar textos, sin necesidad de las acartonadas editoriales. Coincido con Tryno Maldonado en que esta nueva modalidad expande el campo de lectores hacia propuestas independientes.
No hay vuelta atrás, en los meses siguientes (y por ende, los años) las masacres, los atentados, los magnicidios, y en general, todos los hechos triviales serán narrados a partir de experiencias personales vía blog.
Leo mientras escucho a October Project. Así es, existió. Durante la primera mitad de los noventas apareció esta banda, liderada por Mary Fahl, una de las voces más etéreas del rock épico, sino es que la mejor. Sus elegías cobijan bastante bien los días lluviosos, los rastros de desolación y ausencia.
Agradezco en este post la involuntaria colaboración de los espíritus quienes fueron colgados en esta esquina, anhelando mejorar un país que aún no tiene absolución... Ni la tendrá.
Truenos, relámpagos, lluvias torrenciales... Todo tan ameno.
Mi ubicación en este sitio no es del todo aleatoria, sino más bien, obedece a dos motivos. El primero y más anodino es que aquí me tomó por sopresa el aguacero. El segundo, tiene un curioso valor anecdótico: hace unos veinte años pasé por aquí de mano de La antigua Serpiente, quien me condujo hacia la calle y se persignó, evitando este tramo de banqueta. El suceso, a simple vista una mera muestra del arraigado folclore religioso, no lo era tanto: en esta esquina, y muy probablemente bajo las mismas vigas enmohecidas que sostiene la guadera, se colgaba a los traidores durante la revolución, hace noventa y tantos años. Con suerte, alguna hebra de aquellas sogas logra colarse en estas líneas.
Siniestro, pero verídico al fin.
La tormenta no tiene para cuando apaciguarse.
Echo un vistazo al periódico, la sección de Cultura de El Universal aborda atinadamente el tema de los blogs. ¿Emerge un nuevo género literario? Más bien creo que constituye un nuevo medio para publicar textos, sin necesidad de las acartonadas editoriales. Coincido con Tryno Maldonado en que esta nueva modalidad expande el campo de lectores hacia propuestas independientes.
No hay vuelta atrás, en los meses siguientes (y por ende, los años) las masacres, los atentados, los magnicidios, y en general, todos los hechos triviales serán narrados a partir de experiencias personales vía blog.
Leo mientras escucho a October Project. Así es, existió. Durante la primera mitad de los noventas apareció esta banda, liderada por Mary Fahl, una de las voces más etéreas del rock épico, sino es que la mejor. Sus elegías cobijan bastante bien los días lluviosos, los rastros de desolación y ausencia.
Agradezco en este post la involuntaria colaboración de los espíritus quienes fueron colgados en esta esquina, anhelando mejorar un país que aún no tiene absolución... Ni la tendrá.
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